Cooperativas testimoniales

Muy lejos han quedado las buenas intenciones de principios del año 2003, donde se intentó generar empleo a través del sistema cooperativo. Con falencias y limitaciones, integrantes de distintas organizaciones sociales encontraron ocupación a través de los distintos programas sociales implementados que, en principio, apuntaron a emplear a 60.000 personas agrupadas aproximadamente en 3.800 asociaciones de 16 miembros cada una. Algunos de esos trabajadores aprendieron un oficio. Otros, además, entendieron las bondades que otorga el cooperativismo. Otros sufrieron el olvido y prosiguieron  con su peregrinar individual laboralista.
 
En el lapso 2003-2008 se instrumentó, atinadamente, una política de integración motorizada por el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social. Esta sana intención derivó en la constitución de federaciones regionales, agrupamientos de defensa para el fortalecimiento del sector. Esto se realizó y es plausible. El traspaso del tiempo, también, dejó sus huellas. La forma de pensar y actuar de los entonces “piqueteros” no es la misma que en el 2003. Hoy exigen otras cosas,  pretenden una alternativa superadora que la actual administración gubernamental no ha registrado. Por el contrario, ha redoblado su apuesta e instaló el denominado “Plan Trabajar”. Proyectó 2.000 “asociaciones cooperativas” a razón de 50 integrantes cada una que, hipotéticamente, lograría ocupar a 100.000 personas

En un particular momento político se apoyó en una importante cantidad de intendentes municipales, para que lo ayudaran en esa patriada. Algunos los acompañan y otros le han dado la espalda, recibiendo la consecuente represalia económica.

Lo cierto es que han degenerado las tradicionales características de una cooperativa de trabajo. Les han impuesto una serie de condiciones que rozan un carácter de auténtica dependencia. Salarios fijos, carencia de autogestión, nulas posibilidades de manejar sus recursos, imposibilidad de distribuirse los excedentes fruto efectivo de sus tareas, constante exposición a referentes sociales que manejan sus voluntades y otras tantas características lejanas al tradicional sistema cooperativo de trabajo.

Es lógico que se observen obras, refacciones, reparaciones y mantenimiento de espacios públicos. Nadie puede negarlos. Pero estas tareas son propias de los municipios. Por ende, las mal llamadas cooperativas de trabajo se convirtieron en “cuadrillas de trabajadores” que los municipios emplean y donde, además, es dudoso que efectivamente cumplan las tareas la totalidad de la plantilla y, más dudoso aún, que cobren la totalidad de sus haberes.

En fin, el cooperativismo de trabajo –en su mayoría – ha quedado resumido a lago virtual, a algo testimonial. Esperemos que esta humilde opinión sea equivocada y pueda ser rectificada. De lo contrario, se nos hará difícil levantar este desprestigio por el que transita el cooperativismo de trabajo.
Javier Nicolás Garbarini
Contador Público
Director de Revista Lazos Cooperativos
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