COMO ES SER GAY EN LA COMUNIDAD JUDÍA ARGENTINA
El documental «Otro entre otros», de Maximiliano Pelosi, analiza el rechazo que sufren los gays de la comunidad judía argentina, la más numerosa de América Latina, a través del testimonio de cuatro jóvenes que decidieron relatar su experiencia y enfrentar a la férrea tradición hebrea.
«Me acerqué a la JAG (Judíos Argentinos Gays) a través de uno de los protagonistas, Gustavo, que es mi amigo. Es un espacio donde se charla y se realizan actividades culturales, en el marco de las tradiciones judías, algo que no se puede hacer en otras asociaciones o templos de la comunidad», relató Pelosi.
La película, que se exhibe en Buenos Aires, desnuda la discriminación de los homosexuales en el seno de las instituciones y templos hebreos, que les niegan la entrada, además de la falta de aceptación por parte de sus familias y amigos.
Gustavo, quien se convirtió en el fundador y director de la JAG, era seguidor de las tradiciones: fue a la escuela judía (schule), hizo su bar-mitzva (ceremonia del paso a la adultez), pero no cumplió con el rito mayor anhelado por sus padres, es decir, contraer matrimonio en el templo con una joven de la comunidad. Cuando le dijo a su familia y amigos que era gay, no lo entendieron y se fue alejando de su entorno.
Otros protagonistas de la cinta -premiada en el Festival Internacional de Miami y en el de Cine Judío de México- son Daniel, que anhela ser padre pero por ser gay aún no logra verse como tal; Diego, un arquitecto que sueña con construir un espacio para los gays dentro de la comunidad judía y Dan, un artista nato que, según dice, se sintió más discriminado en escuelas tradicionales judías que en otras laicas a las que concurrió.
Las reuniones periódicas de la JAG, que comenzaron con 18 personas y hoy reúne a cientos, terminó con el mito de que «los gays no se acercaban a las instituciones judías por desinterés: en realidad no los aceptaban», relata el rabino Damián Karo en el filme.
Pelosi decidió rodar el documental después de un encuentro casual con la madre de su pareja -quien no lo conocía- en un negocio, mientras compraban carne kosher.
«Compartimos una conversación acerca de los precios y los cortes. Era raro, yo sabía quién era ella, dónde nació, quienes son sus padres, sus hijos, cómo se llaman sus amigas, a qué templo va e incluso elegí la blusa que llevaba puesta junto a mi pareja para regalársela en su cumpleaños y ella no sabía quién era yo. Eso me pareció injusto, no para mí, sino para ella», relató.
Entonces, echando mano de su profesión de cineasta, decidió contar esta historia de sinsabores y sufrimiento, pero también de compromiso y esperanza.