ARGENTINA: HAY 10 MÉDICOS POR CADA ENFERMERO

Fragmentación / En la Argentina, según el último censo

Hay 10 médicos por cada enfermero

En la ciudad de Buenos Aires, el desequilibrio llega a 19 a 1; en Canadá, la proporción es totalmente opuesta

por Nora Bär (para LA NACIÓN)

He aquí otro argumento para abonar la opinión de que la Argentina es un país curioso: aunque todo indica que lo lógico sería justamente lo contrario, en nuestro sistema de salud hay 10 médicos por cada enfermero con título universitario.

En la ciudad de Buenos Aires, la cifra trepa a desequilibrios insólitos: alcanza a los 19 médicos por enfermero, mientras en países como Canadá o España, la relación es inversa: hay más de cinco y tres enfermeros por cada médico, respectivamente.

Este heterogéneo panorama de recursos humanos no es más que otra consecuencia de la fragmentación y descentralización que imperan en el sistema de salud local, que, a su vez, se traducen en una larga serie de distorsiones, como saturación de oferta, concentración en los grandes centros urbanos, exceso de especialistas, falta de personal para atención primaria, ineficiencia del gasto e incapacidad para desarrollar estrategias unificadas.

Estas y otras conclusiones igualmente reveladoras surgen de un trabajo realizado por los investigadores del Centro de Implementación de Políticas Públicas (Cippec), Daniel Maceira y Cintia Cejas, gracias a un subsidio de la Organización Mundial de la Salud (el único otorgado a un equipo de América latina) para analizar nuestro sistema sanitario.

Daniel Maceira, de Cippec

«De algún modo, tal como en otras épocas el gasto en medicamentos era uno de los principales indicadores de la inequidad del sistema, especialmente para la gente de menores ingresos, hoy esta se refleja en la inversión en recursos de enfermería», reflexiona Maceira, que desde hace años trabaja en el diseño de un sistema de salud articulado.

Una agenda para la acción

El estudio «Recursos humanos en salud: una agenda para el gobierno nacional», detecta problemas cruciales y propone formas posibles de resolverlos.

«Uno analiza la formación de recursos humanos, e identifica cuatro o cinco áreas críticas -dice-. Por ejemplo, en un escenario atomizado en 24 jurisdicciones, ¿cómo se deciden criterios uniformes? Un caso es el de la certificación, que está en manos provinciales y de los colegios médicos, aunque estos carecen de un mecanismo que establezca normas parejas para legitimarlas. Es más: el sistema sanitario carece de un registro centralizado que permita tomar decisiones en relación con sus recursos humanos.»

Lo mismo ocurre con las condiciones que rigen el desempeño de la profesión y hasta la remuneración. «Se le paga lo mismo a un médico que ejerce la profesión en un centro de atención primaria, en un medio rural, inhóspito, sin posibilidades de actualización, que a una persona que está en un centro urbano -afirma Maceira-. De ese modo, no sólo se está generando un problema de equidad (como el ingreso por concurso, la carrera ligada al mérito y la movilidad), sino que se están ofreciendo incentivos precisamente para lo que se quiere evitar: la concentración de especialistas en las grandes urbes.»

Una vez más, los números lo confirman: en la ciudad y la provincia de Buenos Aires trabaja el 55% de los médicos, pero vive el 46% de la población. «Desde una perspectiva sanitaria, esto no debería ocurrir -afirman Maceira y Cejas en su informe-: áreas geográficas más amplias y con población dispersa requieren una dotación proporcionalmente mayor para garantizar su cobertura.»

La inversión en recursos humanos es muy desigual entre las diferentes provincias. Esto y la falta de una agenda de coincidencias frecuentemente conduce a situaciones injustas, como el hecho de que existan jurisdicciones pobres que sostienen una facultad de medicina y forman médicos… que luego son absorbidos por otras con más capacidad financiera, pero que carecen de carrera universitaria.

Otros sesgos del sistema analizados por los investigadores de Cippec son la falta de integración entre las propuestas de formación, la escasa oferta de plazas de residencia y posgrado, la multiplicidad de regímenes de contratación de profesionales en el sector público, la carencia de espacios de concertación entre los distintos organismos de gobierno, asociaciones profesionales y organizaciones no gubernamentales, y la debilidad de nuestra Escuela de Salud Pública.

«Si uno quiere que el Estado defina la salud como prioridad, necesita fortalecerla -subraya Maceira-. Es el lugar donde se formulan estrategias sanitarias, se discute la formación de recursos humanos… Hoy está minimizada y eso revela la ausencia de la salud en la agenda de los políticos. Sin embargo, coincidir sobre indicadores básicos que cualquier partido estaría dispuesto a sostener debería ser muy sencillo.» Y enseguida agrega: «La Argentina invierte alrededor del 9% de su PBI en salud. Hay países a los que con mucho menos les va mejor. El problema es la brecha que determina que una parte de la población no tenga acceso a la salud. Ocurre que en el país coexisten varios sistemas de salud: unos funcionan bien y otros, mal».

PROPUESTAS

Debatir una ley federal de salud. Según los especialistas de Cippec, se necesita una norma que defina derechos y responsabilidades, prestaciones comunes y espacios de concertación para la formación de recursos humanos y el diseño de políticas de salud.

Regular el ejercicio profesional. La formación técnica y la certificación de especialidades deberían alcanzar una armonización que permitiera la libre circulación de los profesionales en todo el país, y el reconocimiento recíproco de certificaciones y titulaciones.

Incrementar la cantidad de enfermeros . Es necesario revertir la tendencia vigente de un exceso de médicos por sobre las restantes profesiones de la salud.

Converger en un modelo de contratación de recursos humanos. Esto garantizaría la igualdad de derechos y responsabilidades por función.

Jerarquizar la Escuela de Salud pública. Permitiría articular estrategias coordinadas entre las jurisdicciones y formar gerentes sanitarios.

fuente: LA NACIÓN

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