LICOR DE WEB PRESENTA UNA NOTA DEL AUTOR DEL BLOG TIRANDO AL MEDIO
Mi hija pasa la noche en el colegio
por Gerardo Fernández
El gimnasio del Liceo Nº 9 del barrio de Belgrano está repleto de estudiantes que discuten las características de la toma que llevarán adelante. Mi hija de 14 años está entre ellos.
Los veo y de pronto recuerdo cuánto me gustaba E.R.S.A (Estudio de la Realidad Socioeconómica Argentina) y lo bien que la comunicaba Hilda. Recuerdo que fue la única materia que me fascinó en Primero y Segundo año porque vino a decirme que mi vida tenía que tener algún sentido y que los pueblos tienen derecho a luchar para edificar una sociedad más justa.
Los chicos siguen debatiendo y yo me veo formando en el viejo Instituto Mariano Moreno de mi pueblo donde no se discutía absolutamente nada. Me veo en la calle esa tarde gris minutos antes de ingresar a clase cuando irrumpieron dos camiones del ejercito repletos de soldados armados que ingresaron intempestivamente a la casa de la familia Corona. Recuerdo que nadie dijo nada. “Por algo será”, se pensaba en esos días de silencio.
La asamblea se encamina a una votación que por unanimidad resolverá “Toma con jornadas de reflexión” pero tengo en la cabeza el video de mi adolescencia. Veo entrar a la regional de Pehuajó al boliche Sirucho’s obligando a encender todas las luces y pedir documentos a la concurrencia. Durante un tiempo, los boliches debían cerrar a las 2 de la mañana. Luego el plazo se “flexibilizó” hasta las 4. Florecieron entonces los bailes en La Porteña y en Thompson con las orquestas de Lito Rodríguez o “Godo y los Winders” (Después mejoró un poco con grupos como Sol Naciente y Madrigal).
Recuerdo que como estudiante tuve que hacer número para actos donde vinieron gobernadores militares luego procesados por crímenes de lesa humanidad, pero básicamente recuerdo que nada estaba en debate por aquellos años. Sólo había derecho a crecer, a estudiar o a conseguir un trabajo, ponerse de novio y casarse.
La asamblea culmina y Maite viene con ese brillo en los ojos que sólo dan los 14 años y me dice a los saltitos:
– “Pa, se quedan todos mis amigos a la noche en la toma ¿Me puedo quedar?”
Lo dudo un instante pero la autorizo. Es que da un poquito de miedito, al fin y al cabo tiene sólo 14 años, casi los mismos que tenía yo cuando me enteré que por el golpe de estado no tendría nunca más E.R.S.A y sentí que me arrancaban algo importante.
De regreso a casa comprendí, a los 49 años, que lo que me habían arrancado en aquél 1976 era la juventud.
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