DÍA DEL PROFESOR

José Manuel Estrada: “De las astillas de las cátedras destrozadas haremos tribunas para enseñar la justicia y predicar la libertad”.

EL 17 de septiembre de 1897 falleció en Paraguay el Dr. José Manuel Estrada. Por su destacada actuación en el ámbito educativo se instituyó esa fecha, como Día del Profesor.

Creo, sin temor a equivocarme, que conocemos muy poco, la obra de este distinguido intelectual argentino. Se destacó en diversas actividades: Abogado, periodista, escritor, docente y orador. Descolló en política, fue Diputado, Secretario General de Escuelas, Director de Escuelas Normales y Rector del Colegio Nacional Buenos Aires. Combatió con la pluma y su palabra, las horas más difíciles de nuestra querida Patria. Su oratoria ferviente y vibrante, enfrentó audazmente las pretensiones de quienes, desde el poder, intentaban someter a sus conciudadanos.

Es autor de obras completas de Historia Argentina, fundó y dirigió periódicos, colaboró en la redacción de Proyectos de Ley. No claudicó jamás frente a aquellos que, soberbios de poder, generaban la desunión y el odio entre hermanos, con el único fin perverso de dominarlos a ambos. Es memorable su discurso como Rector del Colegio Nacional Buenos Aires, titulado “La tiranía de Rosas”, que invito a leer.

Pero Estrada fue más que eso. Resultó un modelo, para quienes proyectan su vida ejerciendo el rol de profesor. Sus convicciones perduran, su plegaria docente late en cada corazón de aquellos que asumen la tarea de enseñar.

Concebía Estrada la educación, como un paso indispensable para la transformación de las sociedades. El camino elegido era la elevación casi al extremo de consagrar su vida el proceso de enseñanza-aprendizaje. Su concepto, era claro. No permitir que las políticas destruyan el acorazado del futuro: la escuela.

Educaba como debe ser, con el ejemplo. Sintetizaba el ideal del formador, esculpiendo en los espíritus aprendices la fuerza demoledora del conocimiento.

Ese es su legado. Infinidad de educadores, a lo largo y ancho del país, recrean esta unión simbiótica con sus educandos.

Pero, como en la época de Estrada, la sociedad reclama y espera más de sus profesores, pues en el fondo saben, que serán los impulsores del cambio. Los profesores de Estrada, casi obligados, serán los jardineros de estas plantas en crecimiento. Y quizás diseñen un enorme jardín, donde se pueda enseñar la justicia y predicar la libertad.

Héctor Peñalba (profesor)

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