Sociedad

¿LOCAL O VISITANTE?

Uno de los debates serios que falta dar -y que los principales actores esquivan- tiene que ver con el tratamiento que reciben los inmigrantes en su condición de tales en todos los items de “su residencia”. Veámos algunos números…

El disparador que me hizo repensar la oleada inmigrante y sus implicancias, fue la nota publicada por Clarín el 11 de septiembre pasado: «Aulas multiculturales: Cada vez hay más hijos de inmigrantes en las escuelas».

Los ciudadanos que no apoyan al gobierno nacional, entre razones variopintas, argumentan la “desvergonzada patria subsidiera”, oralizando todo el tiempo: “hay muchos casos de quienes reciben subsidios y no los necesitan”. Que los hay, obvio, pero queda en claro, que para su mundo ideal no importan los que sí lo necesitan, por lo cual su argumentación se diluye.

El punto es que la ola inmigratoria de la mano de nuestra pasividad a la hora de poner mínimas condiciones para el ingreso es imparable. Y sí. Las economías periféricas de sudamérica florecen pero ningún país permite el sueño americano como el nuestro de la mano de la economía ilegal o marginal (la Salada es un invento argentino que ya cotiza en bolsa)

Según los datos existentes, en las 18 villas y los 26 asentamientos en la Ciudad de Buenos Aires (cuya población aumentó un 40% en los últimos 10 años según cifras de 2010), más de la mitad de la población, esto es, al menos un 51,6%  corresponde a extranjeros.

Los extranjeros son en su mayoría provenientes de países limítrofes. Inmigrantes hubo siempre, pero las oleadas están siempre marcadas porque en sus países de origen no consiguen lo mínimo indispensable para apuntar a una vida mejor.

Al crisol de razas sudamericano (bolivianos, paraguayos, uruguayos y chilenos) se le sumaron en las últimas décadas; Los escolares de disímiles latitudes como República Dominicana, Corea, Rusia, Colombia, etc., etc.

Esta feria de las naciones en que se han convertido nuestras aulas es todo un desafío para los docentes en muchos aspectos, en un abanico que va desde la cultura de cada quién a la discriminación potenciada.

La flamante Ley de Inmigración, reglamentada en 2010, garantiza el acceso a la Salud, la Vivienda y la Educación aunque el inmigrante no tenga documentos. Así, la Argentina pasó a ser el mejor destino para los emigrantes de países limítrofes. En parte, esto explica el fenómeno de intercambio cultural entre los chicos, transformación que enriquece pero que también da pie –todavía– a la discriminación.»

Clarín publicó: «según el Censo 2010, hay un 20% más de extranjeros que hace 10 años, y la inmigración subió por primera vez desde 1914. Paraguayos y bolivianos son las primeras minorías en los colegios, pero el espectro se amplía con otras nacionalidades. Según el Ministerio de Educación porteño, la matrícula extranjera subió el 10% desde 2001. La mayoría asiste a instituciones públicas.

La problemática migratoria es tema de grandes debates hoy en el mundo globalizado que busca respuestas a todo, pero la pregunta clave es ¿podemos -y hasta cuando- sostener un sistema que no es sólido hace rato?

El gran debate hay que darlo le pese a quién le pese y con la grandeza suficiente para no poner el carro delante del caballo.

¡Señores dirigentes: a pensar la argentina!


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