De a poco, tras décadas de ser empujado a la extinción, el teatro vuelve a los barrios del sur. Desde la utópica apuesta de distintos “cómplices” ya que las salas de cine-teatro de los barrios desaparecieron al conjuro de las iglesias evangélicas, los maxis-chinos y lo que es peor en muchos casos; el abandono absoluto de sus instalaciones (El Progreso, etc.)
por Víctor José Del Vento Grela
De la mano -y como no podía ser de otra manera- de algunos vecinos inquietos, es notorio el crecimiento de la sana costumbre de ver y de hacer teatro en el barrio, ya desde las ganas nomás.
En principio, los que mantuvieron a duras penas la oferta teatral fueron los clubes de barrio, con la puesta de obras que siempre subieron (y suben) a escena, obedeciendo a una excusa única; las ganas de los directivos y/o las de los mismos actores para brindarle al vecino una oferta arraigada a su identidad.
Sobre estos dos pilares se basa pura y exclusivamente la oferta teatral en barrios, más allá de la que genera (y bien) la gestión de cultura de la ciudad.
Claro que el resurgimiento trájo aparejado consigo una nueva forma de puesta de obras teatrales de la mano de la explosión nuclear que nos regaló el menemato; el teatro comunitario.
El teatro comunitario
Es un proyecto teatral de la comunidad para la comunidad, que nace de la voluntad comunitaria de reunirse, organizarse y comunicarse. Para ellos, el arte es una práctica que genera transformación social y que toda persona es esencialmente creativa y que sólo hay que crear el marco y darle la oportunidad para que se desarrolle.
Trabaja desde la inclusión y la integración, por lo tanto es abierto a toda persona que se acerque y quiera participar, de manera voluntaria y en carácter amateur, es decir, con amor por lo que se hace. En él todos tienen un lugar, así tengan 4 ó 90 años. El que participa asume un compromiso: se compromete a ensayar, practicar, hacer funciones, etc., y con las tareas organizativas que tengan que ver con las necesidades del grupo y su funcionamiento. Suele tener no menos de 20 integrantes. Aborda tanto la comedia como la tragedia, (pero nunca el drama). Reinventa los géneros populares tales como el sainete, la murga, el circo, la zarzuela, la opereta y otros.Es autoconvocado y autogestivo, genera sus propios recursos y apoyos, pero mantiene su libertad e independencia. Esto no implica que no deba ser incentivado y apoyado por el estado, sino que no puede ser estatal.
El teatro comunitario no tiene filiaciones partidarias ni religiosas e incentiva los lazos sociales en el seno de la comunidad de la que es parte.
El teatro comunitario considera que el arte es un derecho.
Agrupados en la Red Nacional de Teatro Comunitario (www.teatrocomunitario.com.ar), en la ciudad de Buenos Aires contamos con los siguientes grupos:
Grupo de Teatro Catalinas Sur
Circuito Cultural Barracas
Grupo Teatral de La Boca “3.80 y Crece”
Res o No Res (Mataderos)
Los Pompapetriyasos (Parque Patricios)
Grupo de Teatro y Callejero Boedo Antiguo
AlmaMate (Flores)
El Épico de Floresta
Grupo de Teatro Comunitario de Pompeya
Matemurga (Villa Crespo)
Los Villurqueros (Villa Urquiza)
Teatro en los Clubes de barrio
La otra pata de la oferta teatral son los clubes de barrio que tras sobrevivir a duras penas décadas de olvidos y de gobiernos nefastos que casi los liquidan, vienen en silencio y como pueden reconstruyendo los vínculos con esta disciplina que está fuertemente entrelazada con los orígenes de muchos de ellos.
En los clubes de barrio, la oferta teatral está supeditada en principio a la buena voluntad de sus dirigentes ya que son pocos los que tienen tiempo (por la multiplicidad de actividades) e instalaciones adecuadas.
Para la mayoría de las instituciones funciona muy bien la muy buena propuesta permanente de la Dirección General de Promoción Cultural que en varias sedes barriales a la vez, invita a disfrutar de obras teatrales para jóvenes y adultos que integran la programación del Circuito de Espacios Culturales y con todas las actividades con entrada libre y gratuita.
El otro caso paradigmático es el las instituciones que tienen un espacio pensado y adecuado para la puesta de obras de teatro para todas las edades y gustos.
En estos casos la subida a escena no es casual, sino que son los clubes los que ofrecen una cartelera variopinta con un surtido permanente de propuestas para un público que les es fiel. En esta variable la programación surge de la confluencia de ofertas, ya que hoy suben una obra comercial, mañana una de artistas vocacionales, etc.
Es claro que en todos los casos es imprescindible el aporte del actor principal de esta obra; el espectador.
A la gorra, por un alimento o solo por las ganas, cada día los actores suben a escena y los clubes o las plazas los reciben con ganas
“LAS D’ ENFRENTE” EN EL CLUB EL IDEAL
Ramón “el eterno” Pereyra tiene 86 -y todavía es directivo del club- y es su memoria viva: -Y… hay que remontarse a los ´40 o a los ’50. Hubo espectáculos, pero de teatro no me acuerdo… Si Ramón no recuerda puestas de teatro en el club, es posible que no los haya habido, por lo que vale; decir que este fue el debut histórico de El Ideal. Y Bienvenido sea.
La Comisión Directiva aceptó de buen agrado la oferta de este maravilloso ciclo llamado por su formato “teatro leído”, y, con una obra magnífica (y muy probada) como “Las de enfrente” de Federico Mertens, una clásica y divertida comedia de costumbres que a pesar de haber sido escrita a principios del siglo pasado (se estrenó en 1909), mantiene eterno un agudo espíritu de observación de nuestra sociedad (que en algunas cosas no cambiará jamás) unido a un gran sentido del humor.
Una Madre con dos hijas que viven pendientes de lo que hacen o dejan de hacer las de enfrente, son sujetos reales de ayer y de hoy, que le permiten a Mertens satirizar la emulación en lo que de insignificante y estéril tiene ese sentimiento. Una obra ágil donde la comicidad fluctúa entre los personajes del inmigrante italiano que a través de su cocoliche apunta a la cultura del trabajo y el esfuerzo; y su esposa e hijas criollas que en su proceder desmedido y disparatado no llegan mas que a modificar sus apariencias en pos de una similitud inútil con el único espejo que poseen: «las d’enfrente».
Por otra parte, la presencia de personajes cuya acción muestran distanciamiento con aquellos otros hacen de esta representación un espacio propicio para la diversión inmediata y la reflexión posterior: «.-Elena: No nos confunda Don Esteban; el amor no tiene modelos …»
Un párrafo aparte para ese ser encantador que es China Zorrilla que a pesar de sus achaques, sigue de pie levantando la bandera de la mejor cultura popular.