CUANDO UN TROPEZÓN, ES CAÍDA (Comentario para un día sin matices)

¡Antes de ayer mismo, lo padecí en carne propia, en carne!. El tropezón seguido de caída en la vía pública, conlleva una buena cuota del ridículo y lo grotesco. Uno termina desparramado sobre la vereda o la acera, y hace lo posible por levantarse rápidamente y continuar caminando con toda naturalidad, así el dolor resulte insoportable. Le estoy hablando de caídas no seguidas de fracturas, o sin devenir en la muerte. ¡Diga que no había mucha gente en esa esquina!. Buá; en realidad debería decirle “creo que no había mucha gente”, ya que como le sugiriera, no me tomé el trabajo de mirar hacia atrás. ¡Si me habré cagado de risa de las tantas caídas protagonizadas por los demás, excepción hecha de abuelas y niños!, fue lo primero que se me ocurrió. Contemplando las dos gruesas gotas tintas en sangre que desde la rodilla corrían hacia mi pié izquierdo, entré en la agencia de quinielas donde frecuentemente suelo depositar el óbolo que me convierte en voluntario y solidario contribuyente, y tiene como principal objetivo, sumarse a distintas obras de caridad, y atención de los más necesitados. Cuando menos, eso reza el reglamente de todos los juegos de azar. Lotería de Beneficencia Nacional, y Casinos; más clarito, échele agua. De regreso, eché agua de la oxigenada a un 20% sobre la rodilla, y codo de los miembros inferior y superior izquierdos. Ocurre que con el codo, había intentado y logrado amortiguar el golpe, en un alarde de reflejos que seguramente pasó desapercibido. Afortunadamente,  faltó el boludo que se acercara para preguntar…”¿se cayó?”.

¡Por supuesto que “a la jugada” debidamente pergeñada y estudiada, les sumé el 56 (la caída), en redoblona con el 18 (la sangre), y viceversa, quedando a la espera que la niña cantora del sorteo nocturno me diera la buena nueva Acompañado de esa  bolsa de hiela aferrada con un pañuelo a mi rodilla que ya se había hinchado pensé en Martín Palermo, tantas veces signado por la mala fortuna en cuanto a roturas de rodillas se refiere. El recuerdo de Palermo, me hizo recordar que había carreras en ese hipódromo, y cojeando volví a la agencia para realizar una jugadita a las patas de ese pingo que a mi entender no podía perder, ni largando dado vuelta. A través de On Line, le ví cruzar el disco, abonado a un sexto puesto irrelevante…¡algo le debe haber pasado!, me dije procurando reducir a la mínima expresión mi error de cálculo. Luego, con la pierna cada vez más hinchada y dolorida, me dispuse a mirar y escuchar a través de Crónica TV, el sorteo nocturno correspondiente a la quiniela Nacional. ¡Efectivamente!; tengo por costumbre jugar solo en ese sorteo, evitando el Primero de la Mañana, el de la Mañana, y el Vespertino tanto en Nacional como en Provincia de Buenos Aires, a los que habitualmente se suma el de Montevideo. La guita no sobra, y más vale la pena “afirmarse en una sola”, así el numerito elegido, se lo canten en la anterior, lo que no implica “no pueda repetirse”. Recuerdo que hace muchos años, siendo todavía un muchacho, acudí a una agencia para jugar justamente al 56 a la cabeza, en la Nacional Nocturna. Cuando llegué a casa, mi viejo querido a  quien también le gustaba el escolazo, me interrogó…”¿qué numerito jugaste, pibe?”. El 56 le respondí con cara de convicción. “¡acaban de cantarlo en Montevideo…que doloroso tener un hijo pelotudo!, me replicó con un dejo de ternura. ¡Esa misma noche, páfate, el 56 a la cabeza en la Nacional. Fue la primera y única vez que le gané una pulseada a ese viejo divino, solo por obra y gracia del azar.

Le hago una aclaración, como para no hacer la “apología del escolazo”. El escolazo, genera una expectativa, una ilusión que se concreta o desvanece al momento del sorteo, o de que la bolita del disco de la ruleta se deposite en el número que el azar le tenía reservado. Pueden darse dos circunstancias. La más probable que Ud., no acierte; la otra, que Ud. haya metido el dedito o el pensamiento, justamente en ese numerito que tenía que salir. El escolazo, debe ser tomado como un divertimento; jamás modificar su estado de ánimo, y menos aún, provocarle un agujero en su economía. En éste caso, el placer se convierte en algo tortuoso que por lo general conlleva divergencias en el seno de su hogar. Ocurre que si Ud. ¡acierta!, se convierte en un fenómeno imposible de emular. Si en cambio “erra”, que como le dijera es lo más probable, en un “soberbio pelotudo”, que no tiene mejor ocurrencia que despilfarrar el poco dinero con el que cuentan. ¡Palabras de esposa, consorte, conviviente, concubina, etc. Para colmo, si Ud., al igual que yo, a las veintiuna en punto sintoniza Crónica TV, no se hará esperar la pregunta…”¡a qué numerito le jugaste hoy, infeliz!”. Lo sintonizo solo por costumbre, será la respuesta que Ud. ensaye a modo de defensa. “¡Tomáme por pelotuda, tomáme!”, será la réplica que no tardará en llegar. Sin embargo, no se le moverá de al lado, semblanteándole a medida que los números son extraídos, seguidos de la ubicación correspondiente. Es acá, donde Ud., tiene dos alternativas. Exteriorizar su bronca o su alegría luego del …”¡ubicación…unoooooooooooooo!”, o quedarse “lo más piola” como si la cosa le resbalara. ¡Es verdad; resulta difícil contenerse  cuando la niña le indica que ese numerito soñado o elegido, ocupa el primer lugar del casillero. Y entonces, no podrá evitar el…”¡a ver, mostrame que jugaste!; no te olvides que hace años te vengo soportando, y cuando menos creo me merezco la mitad!”. Y Ud., resigna esa mitad, cuando jamás se atrivió a que “pusiera la mitad de lo jugado”, circunstancia que le convertiría en un “vividor hijo de puta”.

Ricardo Jorge Pareja

parejaricardo@hotmail.com

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