Parece que fue una gran persona e hizo mucho por el país…Lo que pasa es todo parece muy lejano y para nuestro presente, Belgrano, ni fu ni fa… -dicen con sinceridad dos chicas y un pibe, estudiantes de una escuela técnica del norte rosarino, en cuyas barrancas, hace doscientos años, el principal ideólogo de la revolución de Mayo y la independencia de América del Sur inventara una bandera para darle alguna esperanza a los mil quinientos desesperados que lo seguían sin entender semejante pasión por la construcción de un país que, por entonces, no existía.
Manuel Belgrano, famoso y desconocido, no solamente es el creador de la bandera sino también el impulsor de sueños colectivos inconclusos como la igualdad, la democratización de la tierra, el respeto por los pueblos originarios, la educación para todas las hijas e hijos del país y la defensa de la naturaleza.
Banderas revolucionarias que deberían ser tenidas en cuenta este 27 de febrero.
Esas son las banderas que las mayorías argentinas deberían enarbolar, de una vez y por todas, en la realidad del presente.
«Se han elevado entre los hombres dos clases muy distintas; la una dispone de los frutos de la tierra, la otra es llamada solamente a ayudar por su trabajo la reproducción anual de estos frutos y riquezas o a desplegar su industria para ofrecer a los propietarios comodidades y objetos de lujo en cambio de lo que les sobra. El imperio de la propiedad es el que reduce a la mayor parte de los hombres a lo más estrechamente necesario», Manuel Belgrano, en “La Gaceta”, del primero de setiembre de 1813, treinta y cinco años antes del “Manifiesto Comunista”, de Carlos Marx.
Las banderas de Belgrano cuestionan el presente de las provincias donde tuvo activa participación en pos de una independencia que generase la felicidad del pueblo, el objetivo de la revolución y la política, según sus propias palabras.
La distribución de tierras que plantea en el Reglamento para los 30 pueblos misiones de diciembre de 1810 es el exacto contraste al latifundio que hoy se impone no solamente en aquella provincia sino en otras.
Su alianza con Martín Miguel de Güemes y el impulso del llamado fuero gaucho que liberaba al trabajador rural de las demandas de sus patrones, le costó la traición de las clases acaudaladas de Jujuy, Tucumán y Salta pero, en forma paralela, introdujo a las masas de los pueblos originarios y explotados por generaciones a la lucha por la independencia que fue lograda por aquellas medidas de Don Manuel.
Los hechos y las ideas de Belgrano en relación directa con el presente de Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Rosario, Buenos Aires, Jujuy, Salta, Tucumán y Santiago del Estero, marcan el profundo desconocimiento de su prédica y los efectos de una forma de difundir la historia ajena a las urgencias del presente.
Hay que celebrar el primero y último símbolo de identidad que es la bandera, pero también es preciso pensar, discutir y hacer visibles las otras banderas de Belgrano, aquel revolucionario cuyas ideas sirven para el presente y el futuro, no solamente para pensar lo sucedido.
A pesar de haber sido acusado de insubordinación, juzgado en dos oportunidades más por supuesta impericia y perseguido por la indiferencia de Buenos Aires, Belgrano siguió ocho año más bregando por el nuevo país imaginado y soñado en las febriles jornadas de mayo de 1810.
La osadía de haber creado la bandera lo exilió en forma definitiva de los intereses del puerto en relaciones carnales ya con Gran Bretaña.
Su ardiente pasión sería usada para terminar la guerra de la independencia pero sus ideas políticas económicas fueron sepultadas bajo la falsificación histórica y su suerte individual disuelta en la pobreza.
Mitre, sesenta años después, alzaría el pedestal de un Belgrano vacío de contenido, saqueado de sus proyectos y deseos.
Ese es el Belgrano que hay que continuar para que haya futuro en la Argentina.
Carlos del Frade (APE)
ESPECIAL ARGENPRESS.INFO