«No festejamos durante mucho tiempo (la concesión del campeonato). Nos pusimos de inmediato al trabajo, conscientes de que aunque parece mucho, el tiempo vuela implacablemente», afirmó Vitali Mutkó, ministro de Deportes de Rusia, en rueda de prensa.
Mutkó, que estaba acompañado en su comparecencia por el director de Marketing de la FIFA , Thierry Weil, añadió: «Vemos los problemas que afrontan otros países durante la celebración de grandes torneos».
«Tomamos todas las decisiones para impulsar los preparativos de la Copa Mundial ya en el primer año», dijo Mutkó, quien subrayó que la FIFA ha permitido a Rusia adelantar muchos de los preparativos para evitar así sorpresas de última hora.
En este contexto, Rusia anunciará ya en septiembre próximo las once ciudades y doce estadios que albergarán dentro de seis años el Mundial, entre los que figurarán con toda seguridad Moscú, San Petersburgo, Kazán (capital de Tatarstán) y Sochi (mar Negro).
La final y una de las semifinales se disputarán en el moscovita estadio olímpico Luzhnikí (para unos 80.000 espectadores), mientras la otra semifinal se jugará en el estadio que está en construcción en San Petersburgo.
Los cinco requisitos que deben cumplir las ciudades son las infraestructuras necesarias, desarrollo socioeconómico de la región donde se encuentra la ciudad sede, el diseño de un programa de inversiones y de organización, además del legado.
«Los rusos quieren que el Mundial mejore sus vidas y también la imagen del país», aseguró Alexéi Sorokin, director general del comité organizador.
Mientras, la Copa Confederaciones, que enfrenta a las seis selecciones campeonas de sus respectivos continentes, se disputará en 2017 entre Moscú, San Petersburgo, Sochi y Kazán.
Mutkó también prometió que el Parlamento ruso aprobará este año todas las garantías jurídicas exigidas por la FIFA, incluido la publicidad de cerveza en los estadios, aunque ésta sólo regirá durante el torneo, ya que en Rusia está prohibida por ley.
«Queremos que la labor del comité organizador sea transparente y accesible para aficionados y periodistas e intentaremos informar a la prensa de cada uno de nuestros pasos», aseguró el ministro, que cifró en «tres millones los hinchas que asistirán a los partidos mundialistas, de los que un millón serán extranjeros».
En principio, el Estado ruso aportará un 30 por ciento del coste de los nuevos estadios, otro tercio correrá a cargo de los Gobiernos regionales y el resto corresponderá a inversores privados.
Al respecto, Weil alabó la «creatividad» y «el compromiso» mostrado por Rusia para comenzar cuanto antes los preparativos y así «evitar los retrasos de Brasil».
«Rusia está utilizando el tiempo de manera apropiada y demostró que la FIFA acertó al concederle la Copa Mundial por adelantado. Esto permitirá evitar ciertos retrasos que tenemos ahora en Brasil y que tuvimos anteriormente en Sudáfrica, ya que Rusia tiene más tiempo para prepararse que Brasil, que tiene 3-4 años», dijo.
Weil destacó que nunca antes se habían establecido los requisitos y elegido las ciudades sede con tanta antelación, por lo que manifestó su esperanza de que no se repitan los errores cometidos por la organización brasileña.
«Estamos convencidos de que en 2018 el mundo aplaudirá a Rusia por organizar una fantástica Copa Mundial. Además, como director de Marketing de la FIFA puedo asegurar que la perspectivas son muy buenas», señaló.
Precisamente, tres multinacionales ya se han sumado al patrocinio del Mundial, como quedó de manifiesto en la presentación del logotipo provisional del torneo, que consiste en un dibujo de la copa del mundo que despide rayos de luz.
Rusia 2018 ya tiene incluso su primer embajador, el portero del CSKA Moscú, Ígor Akinféev, que es además titular indiscutible en la selección nacional que se ha comprometido a promover el fútbol entre sus compatriotas para aumentar su asistencia a los partidos.
Curiosamente, la mancha que acompaña desde un principio a los preparativos para el torneo futbolístico en Rusia no es un problema organizativo, sino de cariz social: el racismo.
La liga rusa ha sido escenario en los últimos tiempos de varios incidentes con lanzamientos de plátanos dirigidos contra futbolistas negros, como el legendario defensa brasileño Roberto Carlos.
«Rusia no es una excepción. Otros países tienen también problemas de racismo. Somos un país abierto. El 53 por ciento de los futbolistas que juegan en nuestro país son extranjeros«, respondió Mutkó.
Por su parte, Weil añadió: «Este no es un problema solo de Rusia. Hay que educar a los aficionados».