VIDELA ADMITIÓ ASESINATOS POR PRIMERA VEZ

El ex presidente de facto Jorge Videla admitió por primera vez que la dictadura asesinó a «siete u ocho mil personas», dijo que sus cuerpos fueron desaparecidos «para no provocar protestas dentro y fuera del país» y que el Golpe Militar de 1976 «fue un error» porque «no se necesitaba» para combatir «la subversión».
En el libro «Disposición final», del periodista Ceferino Reato -que mañana lanzará la editorial Random House Mondadori-, Videla reconoce que las fuerzas armadas asesinaron civiles «para ganar la guerra contra la subversión».

Más allá de la importancia de la confesión, hay que destacar que ese número «siete u ocho mil personas» coincide con la cifra brindada por Graciela Fernández Meijide. En su libro ‘La historia íntima de los derechos humanos en la Argentina (a Pablo)’, la ex ministro de Fernando de la Rúa señala que los desaparecidos no son 30.000 sino que hay 9.000 casos documentados por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) que ella integró.

En este libro, Fernández Meijide escribió por primera vez acerca del secuestro y desaparición de su hijo Pablo, de 17 años, en octubre de 1976. Ese drama le llevó a ser protagonista de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos (APDH) y luego de la CONADEP. Cuando lanzó el libro, Meijide aseguró en una entrevista con Clarín: «Es todo tan circunstancial, de tal chiquitaje… sustituir y llenar de mentiras. Como los 30.000 desaparecidos ¿Con qué derecho cuando había un conteo de 9.000? ¿Porque es un símbolo? Están los mitos, pero quien hace historia tiene responsabilidad política. Debe decir la verdad». Así se refería a los cambios al prólogo del informe de la Conadep que hizo el gobierno de Néstor Kirchner.

Por supuesto, sus declaraciones generaron una fuerte polémica y las críticas de organismos de Derechos Humanos (Hebe de Bonafini a la cabeza), y del recientemente fallecido secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde.

Volviendo a Videla: «No había otra solución. (En la cúpula militar) estábamos de acuerdo en que era el precio a pagar para ganar la guerra contra la subversión y necesitábamos que no fuera evidente para que la sociedad no se diera cuenta. Había que eliminar a un conjunto grande de personas que no podían ser llevadas a la justicia ni tampoco fusiladas», reveló.

Según Videla, líder del Golpe del 24 de marzo de 1976 y presidente de facto durante cinco años hasta marzo de 1981, «pongamos que eran siete mil u ocho mil las personas que debían morir para ganar la guerra contra la subversión».

Dijo que los cadáveres fueron eliminados «para no provocar protestas dentro y fuera del país. Cada desaparición puede ser entendida ciertamente como el enmascaramiento, el disimulo, de una muerte».

Reato entrevistó a Videla durante veinte horas entre octubre de 2011 y marzo de 2012 en la celda número 5 de la prisión federal de Campo de Mayo. Allí, el ex dictador confesó que hizo desaparecer cuerpos de personas muertas en tiroteos, como el del jefe del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Mario Santucho, porque «era una persona que generaba expectativas. La aparición de ese cuerpo iba a dar lugar a homenajes, a celebraciones. Era una figura que había que opacar». «La frase ‘Solución Final’ nunca se usó. ‘Disposición Final’ fue una frase más utilizada. Son dos palabras muy militares y significan sacar de servicio una cosa por inservible. Cuando, por ejemplo, se habla de una ropa que ya no se usa o no sirve porque está gastada, pasa a Disposición Final», indicó Videla.

Además, precisó que «por su preparación militar e ideológica, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) era más enemigo que Montoneros; era algo ajeno, otra cosa. Montoneros guardaba algo del nacionalismo, del catolicismo, del peronismo con el que había nacido».

«No hay listas con el destino final de los desaparecidos. Podría haber listas parciales, pero desprolijas», añadió. Aseveró que «las desapariciones se dan luego de los decretos del presidente interino Ítalo Luder (casi seis meses antes del golpe), que nos dan licencia para matar. Desde el punto de vista estrictamente militar no necesitábamos el golpe. Fue un error». «Nuestro objetivo (el 24 de marzo de 1976) era disciplinar a una sociedad anarquizada. Con respecto al peronismo, salir de una visión populista, demagógica; con relación a la economía, ir a una economía de mercado, liberal. Queríamos también disciplinar al sindicalismo y al capitalismo prebendario», prosiguió.

También manifestó que los empresarios «se lavaron las manos. Nos dijeron: ‘Hagan lo que tengan que hacer’, y luego nos dieron con todo. íCuántas veces me dijeron ‘se quedaron cortos, tendrían que haber matado a mil, a diez mil más!'». «Dios sabe lo que hace, por qué lo hace y para qué lo hace. Yo acepto la voluntad de Dios. Creo que Dios nunca me soltó la mano», continuó.

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