¡ME FUÍ AL NORTE, ME FUI!

Ricardo Jorge Pareja

Más precisamente, a la Provincia de Catamarca. Y le puedo asegurar que no le miente Facundo Saravia, cuando ensaya aquellos versos que dicen: “Paisaje de Catamarca con mil distintos tonos de verde; un pueblito aquí, otro más allá, y un camino largo que baja y se pierde”.

Y le cuesta a uno “darse cuenta” que está en la Ciudad Capital de esa Provincia Argentina. Tal vez la mejor referencia, tenga que ver conque la terminal de micros de media y larga distancia, es más “importante” que las del resto de las localidades, o pueblitos como dice Saravia.

Si Ud., es depresivo o depresiva, no me animo a recomendarle una visita a la Provincia, y menos aún a bordo de un micro que tarda entre catorce y quince horas en llegar, saliendo de Retiro, y en tanto a los habitantes de “la original o la bis”, no se les ocurra montar un piquete que le dilate la salida o el arribo. Porque…”el que se va sin que lo echen, vuelve sin que lo llamen”, como se suele decir, así no tenga un “jocara” que ver con la cosa. Le digo que no me animo a recomendársela, por aquello de las montañas y su estatismo. De ahí el que pegue la vuelta a los pocos días, cuando pa´colmo, al viaje debo sumarle una espera de dos horas, y otro viajecito en micro local  de no menos de cinco horas, como para poder instalarme en el lugar de mis afectos, desde donde “se puede morder” la imponente Cordillera de los Andes. Le recuerdo antes de seguir, que un viaje directo en avión, Buenos Aires-Tokio, se realiza teóricamente en catorce horas, y le digo teóricamente porque cuando menos que yo sepa, no existen por el momento, vuelos directos hacia los japoneses.

Por supuesto, y hasta creo está de más se lo diga, ante tanta y tanta tierra fértil deshabitada, no podía dejar de pensar en la 1-11-14, en la 31, y en las cientos de villas y asentamientos, agregado al hacinamiento en el que vivimos en la Ciudá de Buenos Aires, y el Conurbano Bonaerense.

Y los habitantes de Catamarca, esto es, los catamarqueños, nos miran desde lejos, a través de la pantalla del televisor. Nos dispensan una mezcla rara de pena y temor. Debo suponer que el primer sentimiento, tiene que ver con suponernos víctimas directas de tamaña furia, y el segundo, por suponernos uno más de los millones de furiosos que habitan esa Ciudad conocida como “el infierno”, a la que solo acudirían si de resolver o intentar resolver un problema de salud de extrema gravedad se tratara. Sin embargo, creo poder decirle que en poco tiempo se animarán a hacernos alguna que otra visita, en tanto los Canales vayan pasando a manos del Poder Central, y se encarguen de mostrarles esa película que en nada se compadezca con la realidad.

Fíjese que me descuido por apenas unos cuatro días, y me venden C5N, que en más no volverá a tener problemas de señal, y seguramente me indique que se trata de “un día maravilloso con temperatura media ideal”, cuando en realidad haga un frío de cagarse y lluevan “soretes de punta”. Y que no le extrañe que la Cristina, le tome como trampolín de lanzamiento definitivo que le proyecte hacia el Mundo del Espectáculo, obviamente sin por ello resignar su condición de Reina del Plata, título que ostentara por tantos años la Ciudá de Buenos Aires, hoy igualmente majestuosa pero a “pieces” y manos de lo “pior” que es capaz de generar la sociedad, responsable única y directa de la gestación y proliferación de semejante “lacra”, según la teoría del “Euge”, que nos ha depositado en tan tremendo espacio de mierda, del que solo los hinchas de boquita lograremos salir, ya acostumbrados a que la misma nos tape, para regocijo de nuestros ocasionales adversarios, hoy convertidos en “enemigos”, con la guerra tácitamente declarada.

Y los catamarqueños, o cuando menos los cientos de catamarqueños que tuve la oportunidad de ver y escuchar, así fuera en un susurro, no le dan un gramo de pelota al “Fulbo para todos”, no obstante el que Araujo y compañía, se las ingenien para meterse en casa de alguno de ellos, presentándoles rodeados de su núcleo familiar y de amigos, a través de las ya tradicionales “teleconferencias” que le permiten exponerse, sin dejar de trasuntar el profundo amor y sentimiento de gratitud hacia la Señora Cristina, autora intelectual de semejante conquista social que contribuye a embrutecernos cada día que pasa, un poquito más.

¡Claro!; ocurre que los catamarqueños, y la mayoría de los habitantes del noroeste argentino, cuando menos, y si les comparamos con nosotros los porteños y los bonaerenses, viven en las antípodas. Se mueven lenta, parsimoniosamente. El tiempo para ellos corre de otra manera; ellos se encargan de que el tiempo transcurra de otra manera, jamás vertiginosamente. Se movilizan por lo general en unas motitos de unos 100/110 cc., con asiento capaz de albergar a papá, mamá, y un solo crio. La mayoría de los catamarqueños, tienen ascendencia siria, libanesa, árabe, que se trasunta más que claramente en sus fisonomías, y el color trigueño subido de la piel, cabellos y ojos negros. El transporte público en esos pueblitos, lo puede monopolizar tanto Don Jorge, como Don Juan, Don Carlos. Ellos son los encargados de trasladar a la gente, boleto mediante, de un punto a otro. ¡Claro!; si Don Jorge, Don Juan, Don Carlos se llegan a enfermar, y el asistente se encuentra “ausente” con aviso, el trayecto deberán realizarlo “de a pie”…y a veces, esos trayectos son demasiado largos. La Iglesia, la Intendencia, la Comisaría, y el locutorio, se levantan en derredor de La Plaza donde no falta el enorme cartel que reza “AGUANTE CRISTINA”, o “GRACIAS CRISTINA”, que ya remplazan a los viejos “PRESIDENCIA CRISTINA FERNANDEZ DE KIRCHNER”…y ese tramo de calle todavía sin pavimentar, o a medio pavimentar, cuando ya han pasado dos años.

El contraste corre por cuenta de algunas poderosas 4×4, o algún que otro sofisticado Mini Cooper. Ocurre que la zona es excelentemente nogalera y de olivares y la gente que trabaja, vive por lo general de esas cosechas, más allá de realizar tareas de albañilería y otras yerbas. A decir verdad, me cansé de ver nogales. En cambio los olivos, aparecían como concentrados en la localidad Riojana de Aimogasta. Un pasajero de muy buen aspecto, entrado en años, que tuve circunstancialmente de acompañante, me aseguró que transitábamos las tierras más ricas del país, circunstancia que contrasta más que groseramente con el aspecto y la traza de sus habitantes, que no son muchos, ni tan pocos. El tema de la explotación minera, corre por otros canales, más que ríspidos y que no tuve la oportunidad ni las ganas de transitar, por una simple cuestión de “altura”. Ocurre que mi aparato respiratorio, tanto el superior, como el medio y el inferior, están ya tan hechos pelota, que si me subo a una escalera de siete peldaños, es como que “me apuno”, ¿comprende?.

Un detalle, sí llamó poderosamente mi atención. Cuanto más me acercaba a la imponente y majestuosa Cordillera, y como salidas de la nada, aparecían parejitas de jóvenes de ambos sexos (detalle que hoy por hoy adquiere un importantísimo relieve), provenientes en su mayoría de la Ciudá de Buenos Aires, Provincia de Buenos Aires, y alguna que otra Provincia del sur del país, que han decidido “sentar sus bases” en el lugar, en pleno y casi exclusivo contacto con la naturaleza. En su mayoría, se trata de chicos vegetarianos en extremo, y en no tan extremo, que hacen de la artesanía y la agricultura, su modo y medio de vida. Se trata en definitiva, de hombres y mujeres muy pero muy jóvenes, algunos ya con críos., que han resignado el confort y la supuesta ventaja que confieren las grandes urbes, locura incluida, por esa paz que trasuntan en  sus modos, en su decir, y por sobre todo en esa mirada donde la ternura ocupa un espacio preponderante. ¡Es verdad!; la mayoría de ellos, son rubios y de ojos celestes. También es verdad que parte de ellos, tuvieron problemas con autoridades de algunas localidades (léase Intendentes). Jamás con el habitante común, quien parece tener mucho más clara la idea que se puede convivir maravillosamente bien con un semejante de diferente apariencia exterior.

Y me animo a decirle que muchos serán los jóvenes y no tan jóvenes que optarán por tomar el mismo camino. Ocurre que se trata de un camino que conduce a la paz, que es en definitiva el bien mas anhelado, y que sistemáticamente se nos niega, en los lugares donde decidimos “hacinarnos”.

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