EN JUVENTUD Y ARMONÍA VUELVE EL RADIOTEATRO DE LA MANO DEL C.C. HOMERO MANZI

en el Club Juventud y Armonía arranca una compañía de radioteatro

MAMARRACHITO MÍO

La iniciativa de la gente del Centro Cultural Barrial Homero Manzi con sede en club Juventud y Armonía, convoca a vecinos de todas las edades a participar de su elenco, para encarar un ciclo de obras con las que poder rescatar la magia de una disciplina artística que siempre será atractiva para los escuchas.

La cita convoca a los que tengan ganas de animarse a participar en una disciplina actoral y narrativa de real interés y que ha conmovido a millones de personas durante varias décadas, en la época en que la radio se ganó el auténtico mote de «Teatro de la mente. Hoy los responsables del Centro Cultural Homero Manzi rescatan esta actividad para bien de la gente que disfrutará sin dudas de voces con verdadero amor por lo que hacen.

UN POCO DE SU HISTORIA

En 1930, de la mano de Andrés González Pulido, nace Chispazos de Tradición, quizás el radioteatro con más éxito que se escuchó en el país. González Pulido, de origen español, le dio a este nuevo género algo que le faltaba al teatro adaptado: La temática popular. «Sus obras eran un mezcla de revista radial con música, canciones y diálogos pasos de comedia y drama, inspirados en una visión muy peculiar del folklore, e inclusive de la misma realidad nacional», recuerda Jorge Rivera en su libro Radioteatro: la máquina de capturar fantasmas.

La popularidad de Chispazos de Tradición fue tan grande que durante su emisión la compañía telefónica registraba una baja en la cantidad de llamadas. Las tiendas vieron mermar el número de clientes, por lo que decidieron poner parlantes en la puerta así la gente podía escuchar los capítulos mientras hacía sus compras.

El radioteatro modificó las costumbres porteñas, aparecieron nuevos géneros como la publicidad radial, las revistas especializadas, que daban a conocer los entretelones de los personajes de la radio, y las compañías radioteatrales.

Como tenían tanto éxito, los directores decidieron sacar a los actores del anonimato del micrófono y comenzaron a presentarlas en los teatros de todo el país. González Pulido, formó su compañía y la bautizó Chispazos de tradición y al igual que en la radio era la que más éxito tenía.

Los espectadores esperaban a los actores para saludarlos a la salida de cada función. Los villanos eran insultados y los galanes se llevaban todos los elogios de la platea femenina. Los personajes como Churrinche, (Rafael Díaz Gallardo) y Caín eran asediados a la salida de los teatros donde se presentaban. «Teníamos una función un cine de Flores. Ibamos caminado y a medida que nos íbamos acercando noté que había mucha gente pero también mucha policía. En chiste le digo a mi amigo (Díaz Gallardo): ‘Che, no nos estarán esperando a nosotros para llevarnos presos, ¿no?’, recuerda el locutor Antonio Carrizo y agrega, «Esa multitud los estaba esperando a ellos (los actores). No se había dado cuenta Churrinche de lo famoso que eran».

Entre los títulos que desarrolló González Pulido estaban: Por la señal de Santa Cruz, El puñal de los Centauros, El zanjón de la muerte, Las nazarenas del desengaño, La estancia de Don Segundo. Todas historias de la vida sentimental, sencillas, de origen gauchescas, lo que le valió el amor del público y la crítica demoledora de los miembros de la cultura y la aristocracia de la época.

La temática de los radioteatros estaba apuntada a las amas de casa a las mujeres, a la familia humilde; y la alta sociedad los rechazaba. «En Chispazos de tradición todo es burdo, carnavalesco, inauténtico. Folklóricamente, si es que tiene algunas raíces de la tradición que invoca, ellas son adventicias, endebles parodias de cualquier regionalismo argentino; híbridas, toscamente indefinidas y hasta falsas; como su lenguaje, sus cadencias, su psicología, sus caracteres…», dice el actor Zelmar Gueñol.

Más crítico aún era el escritor Homero Manzi que desde su revista Micrófono no perdía oportunidad para criticarlo. «Los oyentes, los avisadores, las autoridades y los propios broadcasters, gracias a la falta de verdaderos censores, de cronistas con autoridad moral para decidir sobre el valor o la nulidad de un número, han sido sorprendidos por filibusteros del tipo de Andrés González Pulido», escribía.

Chispasos de Tradición, como señalamos anteriormente, fue el primer gran suceso de la radio, pero no fue el pionero en su género. En 1929, Francisco Mastandrea creó La caricia del lobo que se anunciaba en la época como «la primera radiofónica que no concluiría en un solo día o en el espacio de una audición» y que sin saberlo se convertiría en el primer radioteatro de la Argentina y del mundo.

El éxito que alcanzó Chispazos de tradición provocó que en poco tiempo aparecieran en otras emisoras compañías que competían por los oyentes. Así, en 1933 nacieron Casares Pearson – Walk, Mastandrea y Arsenio Mármol y con ellos los temas históricos como Juan Manuel de Rosas o los dramas del terror, la mazorca, El Chacho y el Puñal del tirano.

Con el surgimiento de nuevas compañías, las emisoras ganaron en variedad de temas. El género policial fue promovido por el subcomisario Cortés Conde que en 1933 conducía ciclo Ronda Policial. Cortés Conde, no sólo fue un precursor por la elección de su temática sino también porque fue el primero en utilizar efectos especiales en vivo realizados por un sonidista. Así, nació un nuevo oficio que se transformó en indispensable con el correr de los años.

El éxito de Ronda Policial dio paso a un nuevo subgénero: las novelas detectivescas. Las más destacadas fueron Las aventuras de Arsenio Lupin, en 1934, Las aventuras de Carlos Norton, en 1935 y Sherlock Holmes lo sabía y Peter Fox en 1939.

El fútbol también formó parte de la historia del radioteatro, no sólo como una fuente de inspiración para los autores sino también con la participación activa de los deportistas en los estudios. El jugador de River Plate, José Manuel «Charro» Moreno y el de Racing Club Enrique García actuaron en Romance de oro y sangre que se emitía por Radio Mitre en 1941 y resultó un fracaso rotundo por sus pésimas performances. Pero, el fracaso de Moreno y García quedó opacado con el éxito que alcanzó el futbolista de Ferrocarril Oeste, Oscar Adrián Goizueta, quien debió abandonar su puesto de número cinco en su club para dedicarse de lleno a la radio. Goizueta se convertiría años más tarde en uno de los mejores y más importantes actores de la radiofonía argentina bajo el nombre de Oscar Casco.

El fútbol, además, trasladó el sentimiento de las hinchadas a la radio a través del radioteatro La gran pensión el campeonato. Desde 1939, todos los jueves a la noche y los domingos a la hora del almuerzo y con el auspicio de Jabón Federal se podían escuchar las historias donde los personaje representaban a cada uno a un club de los grandes: River Plate, Boca Juniors, Racing Club Independiente, Huracán y San Lorenzo. Según como avanzaban los equipos en el torneo las cargadas iban variando su destinatario. Pero el objetivo central de todos los personajes era conquistar Miss Campeonato. El éxito era tan grande que durante los diez años que se mantuvo en el aire desfilaron actores de la talla de Félix Muttarelli, Roberto Fugazot, Zelmar Gueñol, Cayetano Biondo, Totón Podestá y María Esther Gamas.

La temática de los radioteatros abarcaba a toda la familia. Las mujeres tenían los de amor, los hombres los de fútbol y los de detectives y los niños también tuvieron su parte. Las historias de aventuras Sandokán y los tigrecitos de la Malasia, Poncho negro, El capitán Warren y Batman y Robin eran los preferidos de los más chicos.

Pero, sin duda alguna el que más éxito tuvo fue Tarzán.

El ciclo se emitía a las cinco de la tarde, después de la hora de la leche, y era auspiciado por el chocolate en polvo Toddy. César Llanos interpretaba a Tarzán, junto a Mabel Landó que hacía de Juana y a los que se sumó más tarde Oscar Rovito en el papel de Tarzanito. «Yo rescato a Tarzán como héroe positivo y adelantado a su tiempo– explica Rovito- , era ecologista, exaltador de la naturaleza y un pacifista que supo ganarse un lugar en la selva sin apelar a las armas».

Las aventuras de Tarzán se transmitió durante cinco años (1950/55). El libreto, que pertenecía al guionista y adaptador Jorge Rey, estaba basado en el personaje creado por Edgar Rice Burroughs y sus principales intérpretes fueron César Llanos, Mabel Landó y Oscar Rovito.

Comenzó a transmitirse por Radio Splendid de Buenos Aires con el auspicio de la marca “Toddy”. Cada programa se transmitía de lunes a viernes durante quince minutos. Tuvo un gran impacto en la audiencia menuda –que lo escuchaba “a la hora de tomar la leche”- y también en la adulta. Inicialmente el programa iba a las 17.30 pero llegaron tantas cartas (eran bolsas y bolsas diarias) pidiendo que empezara más tarde porque los chicos no habían llegado aún de la escuela, que lo cambiaron para las 18 horas.

La estrella máxima era César Llanos, un hombre que no provenía del medio y que al terminar el programa dejó la actuación. Mabel Landó, que hacía el papel de Juana, estudiaba en el Conservatorio de Arte Dramático cuando acompañó a una amiga que iba a rendir una prueba en el Palais de Glace, para entrar en el radioteatro de Carmen Valdez y Roberto Airaldi. Como faltaba la compañera de Luis Medina Castro le pidieron que diera pie a los textos que él debía interpretar y en definitiva fue ella la seleccionada. Poco tiempo después la contratan para interpretar a Juana en reemplazo de Nelly Beltrán que lo estaba haciendo.

Otros participantes eran Juan Carlos Dusó, en el indio Wali, Alfredo Navarrine como el profesor Philander y Miguel Banni como el capitán Darnot (estos dos últimos ya fallecidos al igual que Llanos). Recién en 1952 ingresó al programa Oscar Rovito en el papel de Tarzanito, el hijo de Juana y Tarzán.

Los actores llegaban casi tres horas antes y hacían dos lecturas previas (la segunda con sonidos). Los efectos especiales, muy importantes para el programa, estaban a cargo de Martín Clutet, que luego fue director de cámaras en televisión, y en una época, de Alberto Olmedo. De los sonidos de sala se ocupaba Ernesto Catalán. El famoso grito de Tarzán fue grabado por un tenor. Los actores colaboraban haciendo voces en segundo, tercer plano, directamente contra las paredes y las voces y los gritos de los indios mientras Tarzán y Wali (en primer plano) discutían con los jefes de las tribus. Clutet y Catalán usaban una suerte de gran lampazo, de hojas de papel, removidas dentro de una gran palangana para recrear los pasos entre las malezas. El paso de Tantor -el elefante de Tarzán que no figuraba en el libro original sino en la versión teatral- se hacía con dos sopapas en fuentones grandes llenas de papel de diario y los pasos en la arena se lograban haciendo girar dos medios cocos en una caja llena de sal.

Para las fotos para publicidad el elenco iba a Paso del Rey, a orillas del río Reconquista, y a Punta Lara buscando escenarios que pudieran asemejarse a la selva. Por otra parte, para muchas promociones gráficas, el padre de Oscar Rovito que era dibujante publicitario colocaba la cara de éste en el cuerpo del Tarzanito norteamericano, que era más atractivo. El elenco hacía giras por el interior del país y surgieron clubes «Tarzanito» no solo en toda la Argentina sino también en Chile, Paraguay y Uruguay.

En la puerta de la radio siempre había gente esperando la salida de los artistas al finalizar el programa para pedirles autógrafos. Ya en plena fama el elenco solicitó un aumento de remuneración a los anunciantes que les fue negado con el argumento de que al programa no lo escuchaba nadie. Entonces a Jorge Rey se le ocurrió que para el 21 de septiembre el elenco saliera caracterizado desde la sede de la radio ubicada en Avenida Santa Fe 1854, incluyendo jeeps y elefantes, y asistió tanto público que a partir de allí todos los años los comerciantes de esa avenida organizaron desfiles de carrozas para el día de la primavera.

Rovito contó que César Llanos era el mejor pago del grupo y que tenía un automóvil último modelo descapotable, rojo fuego, con tapizado símil cuero de leopardo, que llevaba estampado su nombre y apellido en letras grandes en el baúl.

En 1955 hubo otro planteo salarial de los actores que, al no ser aceptado, motivó su renuncia. Con nuevos actores el programa duró muy poco más en el aire.

Dentro del género romántico uno de los principales exponentes fue el Teatro Palmolive en el aire que se emitía por Radio El Mundo. El elenco estaba conformado por actores de la talla de Hilda Bernard y Oscar Casco, con narradores como Julio César Barton y los guiones de Alberto Migre. Otra especialista era Nené Cascallar que con sus obras hacía lagrimear al público. Muchas anécdotas rodean a la figura de Cascallar, pero sin duda alguna, la más significativa es la que la hace responsable de que a Oscar Casco se lo recuerde por la frase «mamarrachito mío».

El género familiar comenzó en los años 30 con La Familia de Pancha Rolón. Pero, el símbolo de este subgénero fue sin duda Los Pérez García que surgieron en 1940 desde Radio El Mundo y cautivaron a la audiencia durante más de quince años. A las 20.15 cuando sonaba el teléfono se oía «Sí, esta es la casa de los Pérez García» y de ese momento comenzaban a desarrollarse las más variadas historias alrededor de los personajes que se caracterizaban por tener numerosos problemas.

Las historias reflejaban la vida de una típica familia argentina de clase media de la década del 40 y los oyentes se sentían identificados. «Los Pérez García son el compendio de todos nosotros, de nuestros vecinos, de nuestros amigos. Los Pérez García somos usted y yo. Ellos son un reconfortante descanso espiritual, una meta ambicionada por todos los que luego de agobiantes jornadas de trabajo, sólo encontramos en los noticiosos radiofónicos y en las páginas de los diarios, noticias de guerra o crímenes sensacionales. Los Pérez García no saben de crímenes, ni de guerras ni de problemas políticos. Ellos quieren paz en un mundo mejor», escribía Luis María Grau, uno de los autores. La mitología popular los idolatró y terminó por hacerlos formar parte de sus vidas, tanto que hoy en día, más de treinta años después de haber finalizado, a las personas que tienen muchos conflictos se les dice: «tenés más problemas que los Pérez García».

Durante los ’40 la radio alcanzó su punto más alto, los auspiciantes apoyaban a los programas, se vivía un clima de prosperidad. Pero, con el comienzo de la nueva década, comenzó una caída en picada que sólo se revertiría con la aparición de la FM. El punto de inflexión tuvo una fecha precisa y fue el 17 de octubre de 1951, cuando desde los estudios de LR3 Radio Belgrano Televisión se realizaba la primera transmisión de televisión de la Argentina. Paradójicamente, en esa oportunidad el director de cámaras era Enrique Telémaco Susini, el creador de la radio, quien le daba una estocada mortal a su invento.

Con la lenta masificación de la televisión fue decayendo poco a poco la popularidad de la radio. Los actores, las orquestas, los locutores y el público fueron atraídos por la tentadora pantalla chica. El radioteatro, entonces no fue una excepción, y a medida que avanzaba la década del 50 fueron desapareciendo una a una las emisiones.

Pero, como dice el viejo dicho «donde hubo amor cenizas quedan», el radioteatro renació de sus cenizas como el ave Fénix y durante la década del 90’volvió a algunas emisoras. Radio Municipal, hoy Radio de la Ciudad, eligió el teatro leído, Radio Nacional le dio a la actriz Nora Massi en 1995 la responsabilidad de dirigir el ciclo Las dos carátulas, el teatro de la humanidad. Alejandro Dolina por Radio Continental, no pierde oportunidad todas las madrugadas de incluir una sección de radioteatro especialmente escritos para su programa.

En las FM también aparecieron algunos radioteatro en los 90, el caso más importante es el que encara Mario Pergolini que desde su programa, Cual es, satiriza a la sociedad argentina con historias escritas por su compañero Eduardo De la Puente.

Sin el esplendor de antaño el radioteatro volvió poco a poco a ganarse la aceptación de la gente. Todavía los mayores de 40 recuerdan con cariño algunos programas que acompañaron su infancia y a los actores que los entretenían durante horas sentados delante de un transmisor; soñando.

A la hora de hacer un resumen resulta difícil encontrar un símbolo que abarque en toda su magnitud los más de cincuenta años de vida del radioteatro. «Si tuviera que sintetizar en un nombre la historia del radioteatro, no elegiría, ni a una actriz, ni a un actor, ni a un autor, elegiría a un relator, la voz conductora de las historias del radioteatro. – Dice Antonio Carrizo- Ese relator fue un gran maestro y un maravilloso traductor de las palabras que ponía el autor para ser dichas por él, se llamaba Julio César Barton».

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