por Matías Pandolfi (*)
El mascotismo y el tráfico de fauna son dos problemas que con los años se han ido acrecentando en la Argentina y que tienen diversas responsabilidades. El comercio ilegal de especies animales es uno de los negocios más lucrativos en el mercado negro del mundo ya que hay personas que pagan precios exorbitantes por poseer animales salvajes en cautiverio. A su vez, la Ciudad de Buenos Aires funciona como destino concentrador del tráfico de fauna proveniente de diversos puntos del país.
Para combatir esta situación, la Feria de los Pájaros de Nueva Pompeya fue constituida como una Asociación Civil sin fines de lucro, con el fin de promover, desde hace más de 50 años, actividades de carácter cultural y venta de animales y plantas en forma legal. Funciona los días domingo y ha sido declarada de interés Municipal Turístico por revestir el carácter de Paseo Público Tradicional. El problema no es la feria sino su periferia en la cual, desde hace más de 30 años, pueden observarse vendedores de animales silvestres cuya comercialización está prohibida. Se han observado e incautado esporádicamente, entre otras, las siguientes especies: loros barranqueros, jilgueros, gavilanes, lechuzas, halcones, cardenales, gran variedad de serpientes de tamaño mediano (muchas veces envasadas en botellas), boas, lagartos overos, tortugas acuáticas y terrestres, iguanas, zarigüeyas y hasta monos.
Cada tanto, la feria ilegal periférica se vuelve noticia debido a operativos realizados por la Dirección de Fauna y la Policía Federal. Muchas de las especies incautadas son llevadas a Temaikén y al Zoológico porteño, para su rehabilitación con el fin de poder liberarlos a su hábitat luego de un período de cuarentena. ¿Quiénes tienen responsabilidad en el tráfico de fauna? Los compradores, los traficantes y los organismos de control que fallan.
Muchas personas creen que animales como monos, felinos e iguanas, pueden ser alternativas a los tradicionales perros, gatos, conejos, canarios y algunos peces. Poseer este tipo de animales en una casa o departamento es peligroso tanto para el animal cautivo como para los habitantes del lugar incluyendo seres humanos y animales domésticos. El hábitat en cautiverio jamás reproduce ni las condiciones ambientales ni sociales que las distintas especies precisan para vivir bien. Esto produce un gran estrés en los animales que se refleja en tres puntos principales: grandes dificultades para reproducirse, cambios en su conducta e inmunodepresión con las consecuentes enfermedades que pueden derivar en la muerte prematura de los animales. Esto se agrava debido a que su instinto les impide manifestar debilidad o algún síntoma hasta que realmente están muy enfermos. Pero también los animales salvajes pueden tornarse agresivos hacia quienes los mantienen cautivos y hacia animales domésticos con los que conviven. Hay también problemas sanitarios que aparecen: gran parte de lo que se conoce como enfermedades infecciosas emergentes son zoonosis (cualquier enfermedad que puede transmitirse de animales a seres humanos) y la mayoría de éstas se originan en animales silvestres. La responsabilidad de los compradores tiene lugar entonces al adquirir estos animales estimulando y avalando el tráfico de fauna y sus peligros asociados. También esta responsabilidad se debe al desconocimiento de los eslabones de la cadena de tráfico. Por cada animal que se vende, son muchos los que se cazan en su hábitat para reponerlo ya que la mayoría mueren durante el traslado y el acopio.
Acerca de los traficantes, podemos mencionar cuatro eslabones principales en la cadena de trafico que muchas veces tienen diferentes protagonistas: (1) La extracción de los animales de su hábitat a través de la caza furtiva que sumada a la transformación de los ambientes naturales ha puesto en jaque a numerosas especies. En particular la caza para venta de mascotas es muy perjudicial ya que implica atrapar un gran número de ejemplares para satisfacer las demandas de un mercado voraz; (2) El transporte de estos ejemplares que muchas veces los estresa, enferma y mata; (3) El acopio en sitios ilegales en condiciones de hacinamiento y falta de higiene en donde ocurren las mayores mortandades y contagios de enfermedades infecciosas entre los animales; (4) La comercialización en el mercado ilegal. En esta cadena se da también una ganancia extraordinaria para unos pocos, ya que muchos animales se venden al público hasta veinte veces más caros de lo que se les paga a los cazadores furtivos.
Y no nos olvidemos del rol de los organismos de control. No es suficiente con realizar procedimientos disuasivos esporádicos que, si bien ayudan a concientizar a los compradores, no alcanzan a los demás eslabones de la cadena de tráfico. El Gobierno Nacional, el de la Ciudad, los legisladores y el Poder Judicial deben hacerse cargo de investigar a fondo este tráfico y generar nuevos espacios para la rehabilitación de fauna que cuenten con la infraestructura y el personal idóneo. Por último, es importante rescatar el papel de los zoológicos en estos casos, ya que no siempre reciben la mejor prensa. Es de destacar la labor de la Fundación Temaikén que en los últimos 10 años ha colaborado en la rehabilitación de más de 1750 animales provenientes del tráfico ilegal. Para que no haya más ferias ilegales como “la otra feria de Pompeya” es importante tomar conciencia ciudadana y no comprar animales salvajes, realizar las denuncias correspondientes y que los tres poderes del Estado actúen de forma coordinada y eficiente para optimizar la lucha contra el tráfico de fauna.
(para infobae.com)