106 ANIVERSARIO DE VILLA LUGANO: NADA QUE FESTEJAR

por Víctor Del Vento

En mi concepción, evocar cada cumpleaños de Lugano (cómo de cualquier barrio porteño), debiese remitirse a repasar los logros y deudas que el barrio tenga para con sus vecinos. En lo personal, descreo que a los vecinos les sirva otra forma de evocación.

Contar logros es tarea sencilla, porqué en 365 días no los hubo. Y no. Los logros individuales no cuentan, más allá de algunos intentos. Nació la beba de Pincho y Marga. También la de Daniela y Martincho. Don Miguel salvó la higuera de la casa familiar que carga ya más de 100 años. Mariana le encontró lugar a tres o cuatro callejeros made in Lugano. En fin, he tratado de “dibujar” el balance, pero no hubo caso: el Dr Castellano (amicci y contable) me lo rebotó.

Contar deudas es difícil, porqué son tantas, que desde el vamos me comprometo a omitir por olvido, error o desconocimiento las que sean.

La primer deuda. La más alevosa y que le permite a todos los argentinos apreciar la calidad de vida que tenemos los porteños (algunos), donde desde nuestro nacimiento, una avenida (Rivadavia), ha marcado el destino de los pobladores, con solo vivir a su sur o a su norte. Los despropósitos históricos de la desigualdad endémica es un blasón de la peor calaña política. Y es dable apreciar que con la salvedad de La Boca, no ha habido representantes del sur (dignos) en la historia. De Lugano ni hablar. ¿Cuánto hace que no tenemos representantes en el Congreso o en la Legislatura? Y mejor callar sobre los pocos que pasaron. De esto parece desprenderse un axioma indiscutible para todo joven con pretensiones; si la cumbre de la política queréis conocer, más te vale que en la zona sur no has de nacer”.

La deuda mayor, -hija de la deuda anterior-, es la inseguridad. El delito es la actividad más floreciente en Lugano. Muertos, heridos e ilesos por delitos de toda laya conforman una larga lista de deudos de la peor administración de gobierno de la que se tenga memoria: dos administraciones en un mismo territorio no logran detener esta feroz sangría, porqué a ellos -obvio- no los afecta. Y no es poca cosa, toda vez que las encuestas y el boca a boca instaló a Cristina Fernández (o al delfín que elija ella) y a Mauricio Macri como candidatos a ganar las próximas elecciones presidenciales, lo cuál a los vecinos de Lugano nos depara más de lo mismo a la luz de su negligencia, su obscenidad y su ruindad en combatir el crimen. Pero es claro que la raza política se diferencia de la humana por la cantidad de vivencias que no han de experimentar jamás. No les roban sus autos. Ni golpean a sus padres para robarles las 3000 lucas de jubilación. Ni les disparan a sus hijas para sacarles la cartera como a Melina López. Nada de esto les pasa, ni nada parecido les pasa. Están a salvo del delito, como están a salvo de toda crisis, ellos y toda su cría.

Otra deuda eterna es el hospital de Lugano. Uno en serio y no él cartón pintado montado en el Parque de la Ciudad que no cura a nadie. Un hospital debiese ser una prioridad para una comuna donde el único plan de todos los partidos políticos es seguir trayendo gente a vivir y hasta sancionan leyes para ello. Pero de un hospital en serio, ni noticias.

La deuda escolar es abultada también y crece como la de un taxi en marcha. Hay escuelas con techos que dejan ver el cielo como el Lanari o la escuela Granja (para citar solo dos) En las mismas latas que los chinos mandan sus porquerías para vendernos barato, nuestros chicos reciben clase. Este año el Jefe de Gobierno pidió disculpas por la falta de vacantes. ¿Hizo más escuelas? No. Pero los dos metrobuses tienen paradas en las cuales no baja ni sube nadie.

Tenemos deuda por demás desde que Lugano se convirtió en La Meca de las personas que quieren tener como sea su casa. El derecho a la vivienda es innegable, tanto como es un delito quedarse con lo que no es de uno. Y así Lugano se ha convertido en el viejo oeste, donde a tiros cada colono se hacía de un pedazo de tierra, matando indios, vecinos o a quién fuera que se interpusiese en su aquerencia. Y la deuda que tiene Lugano es la de ver de una vez urbanizadas las villas para que se acaben los malandras de toda laya (políticos, funcionarios y villeros) que se enriquecen abusando de los que de verdad menos tienen. La deuda que tiene Lugano es para que los que quieren tener una casa no jodan al resto. Que no corten una avenida para vivir en el medio, poniendo en riesgo el laburo de muchos, como los empleados de Parque Brown (Jumbo, Easy y demás…) -para citar un ejemplo-.

Pero la deuda inherente a todas las deudas es la justicia. En Lugano la justicia es algo de los que todos los vecinos hablan pero nadie ha visto o recibido. La justicia y su ausencia nos ha dejado librados a nuestra suerte. “Justicia, fuerza. Es justo que lo justo sea obedecido, es necesario que lo más fuerte sea obedecido. La justicia sin la fuerza es impotente; la fuerza sin la justicia es tiránica; la justicia sin fuerza encuentra oposición, porque siempre hay malvados; la fuerza sin la justicia es indeseada. Hay, pues, que unir la justicia y la fuerza, y conseguir así que lo justo sea fuerte, y que lo fuerte sea justo”. Decía Blaise Pascal

Y la deuda de Lugano que se nota cada aniversario es la de homenajearlo en serio. Como otros barrios que festejan sus cumpleaños sin despilfarro de divisas, pero con ganas. Los festejos del aniversario de Lugano no existen. No hay conciencia, -ni ganas de forjarla-, de los vecinos en el rito del homenaje cada año. No hay ni voluntad, ni ganas, ni ideas de parte de entidad alguna, y el temor a que los puteen por su inacción, los comuneros se esconden -y lo bien que hacen-. Algo nos pasa que no podemos honrar a nuestro barrio, iniciando así a los más chicos en el preciado respeto y amor por los rituales comunes.

Debo resaltar el único ítem en el activo de los logros: la resistencia de sus vecinos a abandonarlo a su suerte. Refiero a los que no emigran porqué lo aman (no, de los que no se van porqué no tienen los billetes) Los vecinos que aman a Lugano son el único logro de cada aniversario. Esta secta con su adhesión incondicional a sus baldosas son el único fundamento que permite soñar la utopía de un barrio mejor y más justo. Para ellos será el Lugano de los justos. Amén.

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