Ecosistemas de la Costanera Sur de Matías Szulansky

“En el cine no hay excusas, el cine ES la excusa” reza un cartel sobre fondo negro cuando comienza el film. Inmediatamente después, inicia un monólogo a cargo de Fabián Arenillas en el cual hace una especie de recuento de la historia de la Costanera Sur. De a poco, y mientras Arenillas continúa su relato, cosas incómodas se ven en pantalla. No hay forma de definirlo muy claramente, pero algo está mal. Eso, sumado a lo caprichoso de los hechos narrados por el actor, va generando una especie de distanciamiento que se afianza con la historia del Reservito, una especie de mito sobre un monstruoso ser que habitaría en la reserva ecológica que hoy allí se emplaza.

Entra la música, comienzan los títulos y la voz en off del director nos cuenta que la película que estamos viendo no era la que él iba a hacer pero que abandonó el proyecto original porque no le parecía ya relevante. Y a partir de ahí comienza el film propiamente dicho, o no. Porque lo que vemos durante los 70 minutos de película son una serie de backstages, un par de cortos y hasta un mediometraje, unidos apenas por algunas ideas y una locación, pero nada más.

Se vuelve muy difícil atravesar Ecosistemas de la Costanera Sur con una única mirada, ya que lo que vemos a lo largo de su hora y diez minutos de duración no es una película sino varios fragmentos de diferentes cosas que, por separado, no llegarían al formato largometraje. Desprovisto de un objetivo claro en su relato, el director decide hacer un film sobre el cine en sí mismo y así arranca con el primero de los mini fragmentos de la película, dedicado al cine contemplativo, en el cual, desde una definición que pretende ser académica pero que es más perceptiva que otra cosa, aborda fragmentos de sus rodajes que ya no tienen un objetivo narrativo dentro del film.

Aunque ya en este momento cualquier perspectiva de relato desaparece, el director aborda el concepto del cine experimental y lo hace a través de la filmación del backstage de un cortometraje de Paulo Pécora, que carece de interés pero gana un poco de relevancia cuando vemos parte del producto terminado que, lamentablemente, no verá la luz del sol, por ahora, porque el comienzo de la pandemia también marca un cambio radical en los objetivos de Pécora y su cortometraje.

El encierro forzoso lleva entonces a la manipulación del material filmado, momento en el cual extrañamente el director recurre a una fuente externa, volviendo nuevamente al cine experimental, aunque sea de forma involuntaria.

Y finalmente llega el que, sin dudas, es el más interesante de los fragmentos del film. Un falso documental sobre la filmación de un cortometraje de terror con el Reservito como foco. El gran mérito de este fragmento es la genial creación de Franco Sintoff interpretando al director, un personaje nefasto pero muy verosímil de esos que dan vergüenza ajena. El mediometraje es efectivo, divertido y, sobre todo, tiene una idea para contar, lo cual lo diferencia de todo lo que lo precedió, que solamente sostiene la atención del espectador por lo corto de los fragmentos.


























Puntuación: 2 de 5.

Ecosistemas de la Costanera Sur promete en su título algo que no entrega al espectador, y en esa transformación se vuelve poco efectivo, sobre todo por la incongruencia en el rejunte de fragmentos que podrían haber sido pequeños cortos por separado, manteniendo una impronta propia en cada uno, pero que en conjunto desarman una idea que, ya de por sí, era muy forzada. Nuevamente, el fragmento final está muy bien logrado, pero no vale lo ya transcurrido.

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