La conquista de las ruinas de Eduardo Gómez

Partiendo desde las canteras donde se originan los materiales para la construcción, La conquista de las ruinas nos propone un recorrido casi esotérico por los procesos de destrucción y reconstrucción que implican el avance de la civilización. En el trayecto, de forma caótica, el film recorre diferentes aspectos que circundan las excavaciones y los sitios de construcción, relacionados con la vida de sus trabajadores, los sitios arqueológicos donde las huellas del pasado esperan a ser descubiertas y los asentamientos profanos que la sociedad que se autodenomina civilizada llama “barrios privados”.

El recorrido es errático, pero el hilo conductor se va armando, tiene un sentido intrínseco que se va develando a medida que transcurren los distintos testimonios. Desde los trabajadores de las canteras que arriesgan sus vidas diariamente, hasta los orgullosos albañiles que trabajan en Buenos Aires en la construcción de los gigantescos edificios que la pueblan, la transformación de los materiales sirve como espacio de unión entre el más desértico de los paisajes hasta la superpoblada urbe y, en ambos casos, los trabajadores que las habitan y que tienen un solo objetivo, subsistir.

El relato lo complementa la faceta antropológica de ambos procesos. Por un lado, la paleontología sumergida en esos paisajes inhóspitos y despoblados, desenterrando los restos fósiles de animales que nos preexistieron hace millones de años, y por otro lado el desamparo de los últimos habitantes autóctonos de la zona del delta del Tigre que, sin ayuda ni apoyo de las instituciones, ven sus cementerios tapados por barrios privados, sus lugares de adoración profanados y destruidos por quienes los quieren correr de la zona en pos del progreso y la evolución y sus ocupaciones de antaño eliminadas, no dejándoles más opciones que una semiasimilación a la sociedad, para no morir de hambre.

La tierra se vuelve entonces en el vínculo entre estos seres humanos alejados en su etnia, formación, religiosidad y hasta nacionalidad, y el director Eduardo Gómez está consciente de eso. El gran protagonista de este film son sus paisajes encuadrados con una dedicación asombrosa, convirtiendo muchos de sus planos en una fotografía digna de conservar pero, al mismo tiempo, despojándolos de los colores característicos de las zonas de las sierras y los cañones que tantas postales han generado a lo largo del tiempo. Porque no es su belleza lo que prevalece, es su impronta, esa misma que la civilización va destruyendo para así poder continuar con la creación del paisaje monótono y repetitivo que en las grandes urbes se multiplica hasta el infinito.


























Puntuación: 4 de 5.

La conquista de las ruinas es un potente documental que se nutre de la contemplación tanto como de los testimonios y que, con una belleza muy particular, logra articular la literalidad de la destrucción de la materia prima para la construcción del producto final, con lo metafórico de los ciclos de la vida. Es una gran pena que el film, por las circunstancias actuales, pierda gran parte de su potencial al no poder ser proyectado en las inmensas pantallas cinematográficas. Aun así, no deja de ser un bello relato que todos podrán disfrutar.

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