La tercera parte del centenario radial se la lleva Alejandro Nagy. Desde sus inicios por el ’86 hasta la actualidad, se fue construyendo y transformando. Es que pasó por diferentes roles y horarios, tal como le ocurrió al medio: conexión con oyentes, primera transmisión por internet, aparición de la televisión y cambios digitales.
Haciendo una retrospectiva y analizando la actualidad, Nagy consideró que la radio debería ser llamada «el octavo arte» y planteó su adaptación a las nuevas tecnologías, pese a las afirmaciones en su contra. Se amoldó a las plataformas digitales, que produjeron la aparición de emisoras online, permitiendo que las personas sean parte desde cualquier lugar del mundo.
Sin embargo, es clave comprender el código cómplice con los oyentes. «Ser de radio es algo que brota. Te podés hacer, pero te tiene que gustar el medio, entenderlo, amarlo, comprenderlo», aseveró. En este sentido, indicó que los emisores se expresan primero para sí mismos y luego para el resto, quienes terminan eligiendo o no lo que escuchan.
Recorriendo su camino personal, el locutor y conductor recordó «Heavy Rock & Pop», junto Norberto «Ruso» Verea. «Hay un antes y un después en mi carrera. Nos dieron a manejar una de las máquinas más lindas. Los pósters de la pared fueron realidad», reconoció. Se trató de un programa «marginal» por su horario, temática y devolución de la audiencia.
A pesar de eso, el mundo comercio no lo vio, porque cruzar las palabras «heavy» y «metal» inspiraba miedo. Pero nadie imagina que son los recitales bondadosos, ordenados y familiares.
Viéndolo a los lejos, aseguró que Rock & Pop no fue una simple radio, sino que estaba conformada por rockstars. Eran jóvenes que en lugar de colgarse un instrumentos hacían radio para difundir los contenidos que les gustaban . «No éramos simples espectadores del rock, éramos parte», marcó en diálogo con FRECUENCIA ZERO.
Luego, la emisora sufrió una transformación y desde la salida de «Quique» Prosen «las cosas no volvieron a ser iguales». Por eso, señaló que «la decadencia fue larga». Continuamente relevos de empresarios en la dirección, salidas del staff y falta de recambio. Además de incorporaciones de «grandes genios a querer explicarte lo que vos ya sabías».
Por otro lado, Nagy transitó la trasnoche con «La Convención de las Tribus», un ciclo que nació para sostener el horario por pedido de la radio, pero que terminó definiendo el lugar del oyente. Ellos llamaban y tenían la libertad de expresarse, muchos lo aprovechaban y otros desperdiciaban esa gran oportunidad. «Había una enorme masa de gente que tenía cosas para decir y hacer», manifestó.