En el prólogo de Sentadas en el umbral, dirigida a cuatro manos por Daniel Alvaredo y Mónica Roza, el personaje que interpreta Fabián Arenillas es testigo de una situación fuerte y comprometedora, pero lo es desde este lado de una puerta cerrada.
El film luego nos introduce a las verdaderas protagonistas: Teresa y Valeria, dos amigas y socias que llevan adelante una firma de abogadas. No les va mal, pero siempre les podría ir mejor. Con la relación entre ellas parece pasar un poco lo mismo: se llevan muy bien, son muy confidentes, pero esa noche que una la espera a la otra con una rica picada, acompañada de un buen vino regalo de un cliente satisfecho, es plantada por su amiga para estar con un hombre, un antiguo amante al que ella no aprueba.
Allí entra Fabio Aste, como un abogado ambicioso al que le llega la posibilidad de arreglar algunas cosas con el personaje de Arenillas, dándole una mano con su millonario divorcio. Al principio es quien mueve los hilos: persuade a la abogada para tomar un caso que podría dejarle mucho dinero de una manera fácil. Al mismo tiempo, su socia es seducida a través de mentiras por otro hombre que forma parte de esta trampa que, hasta el final, no se entiende bien cuál es la finalidad exacta.
Sentadas en el umbral comienza con mujeres en un mundo dominado por hombres, siendo manipuladas por ellos que las usan, sin escrúpulos, sólo para conseguir sus cometidos. Pero ellas no tardan en darse cuenta de que este caso es muy bueno y que, de repente, sale todo muy bien. Para qué y por qué fueron ellas elegidas son preguntas que surgen, y luego cómo hacer para que no se salgan con la suya. Así, a lo largo de poco más de una hora, se desarrolla una trama de secretos que se van esclareciendo hacia el final, con una resolución apresurada y demasiado simple para lo que proponía su argumento. De todos modos, más allá de lo enrevesado y oscuro de la historia, el film opta por un tono liviano de comedia que le juega a favor.
El guion de Javier Martínez Foffani presenta situaciones interesantes, aunque no a todos los personajes consigue brindarles la misma dimensión. En cuanto a lo estético, como sucede también con lo narrativo, presenta un pulido estilo televisivo, con fotografía a cargo de Jorge Piwowarski Roza.
Sentadas en el umbral cuenta una historia que consigue mantenerse intrigante hasta el final y, sobre todo, presenta a dos mujeres a las que ningún caso les queda grande y que no dejarán que las usen a su antojo. Una historia de venganza entretenida y ligera.