La edad promedio de una persona trans es de 35 años. Malva logró ser una de las excepciones a ello y vivió hasta los 95 años. Es así que Carina Sama nos sumerge en la historia de la transexual más longeva del país. Para ello pone a Malva a relatar toda su historia en primera persona. Con nombre de flor nos traslada a los años 40, donde Malva comenzó con su militancia, y también da un repaso por sus últimos años de vida.
Con nombre de flor consigue el testimonio en primera persona de lo que era (y es) ser trans en una sociedad aún machista, homofóbica y, claramente, transfóbica. Sin caer en el sensacionalismo (ni tampoco en lugares comunes), Carina Sama consigue darnos un relato crudo, que, sin quererlo, duele. Que no deja a nadie indiferente.
El documental, además, está construido con diverso material de archivo. Las imágenes, vídeos y audios del pasado no sólo acompañan el relato de Malva, sino que les dan mayor peso a sus palabras. Los recortes de diarios (los dichos de la prensa en general) dejan en evidencia algo que muchos se niegan a reconocer: la transfobia dentro de la sociedad. Problemática que, pese a la conquista de diversos derechos, aún sigue presente.
Con nombre de flor es un documental crudo, pero necesario. Sin caer en golpes bajos, evitando cualquier tipo de sensacionalismo, pone la piel de gallina. Carina Sama, a través del relato de Malva, deja en evidencia la transfobia (aún) latente en la sociedad argentina.