Ulises de la Orden conoció a Ricardo Vilca (1953-2007), guitarrista y compositor, cuando musicalizó su filme Río arriba allá por 2006. Desde ese momento se creó una amistad que creció a la par del conocimiento del público por el músico.
Festivales, recitales, colaboraciones con otros colegas de renombre (Ricardo Mollo, León Gieco) fueron haciendo conocido a Vilca, quien igual decidió quedarse en su tierra natal, Humahuaca, aún sabiendo que “Dios está en todos lados pero atiende en Buenos Aires”, como suele decirse.
Vilca compuso su repertorio fusionando la música andina con el rock, el jazz, el tango piazzolliano, la música clásica (Bach especialmente) y los sonidos de su terruño, no sirviéndose de la alegría esperable en ese ritmo, sino apostando a incorporar la melancolía y la tristeza.
Entrevistas varias (a sus amigos, colegas, hijos, periodistas, entre otros), se mezclan con material del archivo familiar y los propios de uno de los directores. Igualmente, más que a las palabras, el documental da un gran espacio a la música recuperando recitales, ensayos y grabaciones, y también musicalizando las bellas imágenes del norte argentino con sus cerros, sus valles, sus colores y su aridez.
Hay que destacar el uso del primerísimo primer plano en la mayoría de las presentaciones del protagonista. Una decisión que se vuelve afección sentida y que va logrando emocionar, luego de un inicio algo errático y que recurre a la sumatoria de cabezas parlantes.
Vilca, la magia del silencio es un documental que permite conocer a un músico excepcional, lamentablemente poco conocido y que se merece este homenaje.