Estamos en octubre del 2001 y en la radio se escucha hablar sobre una Argentina sin riesgos y, por lo tanto, previsible, donde se incita a cosechar los frutos del esfuerzo. Mientras, en una cooperativa eléctrica de un pueblo del interior laburan, entre otros, un viejo operario del pueblo, Carlos (Germán de Silva), un hombre casado cuyo hijo se fue a vivir a España, y un joven aprendiz que lo sigue, Nicola (Sergio Podeley), interesado en muchos temas y que mantiene una relación casual con una mujer casada.
Tomando estado, lo nuevo del director del documental Contra Paraguay y los largometrajes de ficción Yo sé lo que envenena y Tampoco tan grandes, sigue a estos dos personajes de diferentes generaciones. Carlos recibe una llamada de un antiguo compañero de militancia y algo se despierta en él y Nicola se ve sacudido por una joven que vino de Capital y trabaja en un programa de radio cultural local. A partir de una mirada al pasado y de otra al futuro es que se va construyendo este presente que tanto recordamos. Alrededor se van abriendo diferentes subtramas (como el robo de tendidos eléctricos o la persuasión hacia Carlos para que firme un convenio que no lo convence).
Mientras la crisis se termina de acentuar, de tomar forma, Carlos y Nicola intentan mantener sus puestos de trabajo. La radio y la televisión aparecen para terminar de contextualizar este momento: en el inmortal programa de Mirtha Legrand hablando sobre la redistribución de ingresos o el noticiero mostrando el camión de vacas que volcó y la gente desesperada que las carneó en el momento. Es verdad que, en más de una ocasión, se siente que la película subraya lo que quiere decir o mostrar, como cuando hablan de Rocky o de los mutantes.
Las vacas aparecen, vivas y corriendo a través del campo, en una de las escenas más destacables de la película, musicalizada por el Himno Nacional. Una secuencia que es como una pequeña bocanada de libertad. La otra escena a resaltar del film se sucede ya al final, donde quedan en evidencia los ideales de su protagonista y una sensación de amargura ante las ilusiones perdidas y sin embargo, a lo lejos pero cada vez más cerca, las cacerolas se hacen escuchar. En el medio, Tomando estado se mueve entre estos personajes no siempre con la misma fluidez y es Carlos, interpretado notablemente por De Silva, quien termina apoderándose de la película aún durante las escenas que muestran al resto de los operarios trabajando o conversando.
La película también está compuesta de referencias literarias a las que cita textualmente, como la obra de teatro Digamos boludeces de José Pablo Feinmann, o las novelas Cámara Gesell de Guillermo Saccomanno y Villa Celina de Juan Diego Icardona.
Federico Sosa habla sobre los ideales a través del retrato de una crisis que sentimos cerca, no sólo porque la vivimos y no nos la contaron, sino también porque la realidad se encarga de rememorárnosla.
Bien dirigida y con un mensaje claro, Tomando estado es una historia sobre los ideales, que se destaca gracias a la interpretación de Germán de Silva como este personaje al que se le despiertan sentimientos del pasado y, a veces, no parece encontrar otra opción para sobrevivir que bajar la cabeza.