La ficción del control de precios
El INDEC divulgó la inflación de diciembre que ascendió al 3.8% y la inflación interanual alcanzó el 50,9 %. Hablamos con Marcelo Ramal quién analizó estas cifras y las políticas que no revierten la tendencia inflacionaria sino que la reafirman.
Está claro para Ramal que la realidad pone de manifiesto el fracaso de la política de control de precios del gobierno y la transferencia de riqueza social desde el mundo del trabajo al capital financiero y agropecuario en todas sus formas.
La carne fue el producto de mayor aumento y se erige como indicador del fracaso y la implementación de una política de remarcación encubierta, en la que el analista económico remarca dos aspectos: uno refiere a la economía real de los precios industriales y los exportables que se rigen con los precios internacionales en dólares, y el otro aspecto tiene que ver con la remarcación financiera que cubre la financiación de la deuda pública a través de la emisión de moneda siendo esta equivalente a los intereses de la misma.
El propio estado indexa a los tenedores de la deuda pública con la inflación y el valor del dólar, que impactan con un efecto inflacionario en el resto de la población.
La deuda pública no tiene una contrapartida en bienes o inversión en obra pública que después generarían un retorno para las arcas del Estado. Hoy la emisión es meramente parasitaria. El control de precios es una coartada para no mover el salario de los trabajadores. Es una ficción. Es una forma de presentarle al mundo del trabajo que el gobierno se ocupa de la relación entre precios y poder adquisitivo del salario y anestesiar así las reivindicaciones sindicales.
El movimiento obrero tiene que abrir el debate ante esta confiscación del salario y de las jubilaciones. Como actor que está negociando las políticas del gobierno, el FMI no está cuestionando los índices de inflación porque avala su funcionamiento como instrumento de ajuste. El Estado recauda a razón de una tasa de inflación del 50% y paga salarios e insumos con una tasa del 35%. La brecha entre entradas y salidas financia la especulación financiera con el traspaso de la riqueza de los trabajadores a los sectores concentrados.