El sistema de salud argentino está dividido en salud pública, por un lado, y privada, por el otro. Hoy en día, los trabajadores en blanco pagan un aporte para las obras sociales que están en manos de los sindicatos, que terminan financiando al sistema de salud privada.
Un trabajador al año aporta a las obras sociales alrededor de un salario completo. Esto ocurrió durante cincuenta años, cuando en un principio la masa de trabajadores registrados era la mayor parte. El aporte de los trabajadores no se capitalizó, porque actualmente existen solo dos clínicas sindicales. Toda la tecnología que existe, como resonadores magnéticos, está en manos del privado y se financió con el aporte de los trabajadores.
De esta manera, lo que propone Maldonado en su libro es justamente desandar lo que se hizo mal y dejar de financiar la salud privada con el aporte de los trabajadores. Es decir, que los privados se queden con la tecnología que consiguieron hasta el momento con el aporte de los trabajadores, y que el aporte de los trabajadores vaya a la salud pública, por el contrario. En ese caso, el privado deberá achicarse; tampoco va a implicar que desaparezca.