«La escuela es ese sueño que teníamos en los ’70»

Susana Reyes es docente y coordinadora del Centro Educativo que nació para escolarizar adultos y donde personas en situación de calle se vieron representadas.

“Fuimos a buscar a los chicos de Constitución con las primeras alumnas del Isauro, que eran las trabajadoras sexuales de AMMAR. Era un hormiguero de gente que pasaba por ahí y no veía a estos pibes que dormían en la calle. Era como en la dictadura, que había miles de compañeros secuestrados y nadie los veía. Entonces, cada pibe que llegaba a la escuela, de los que habíamos ido a buscar, era como un compañero rescatado”, relata Susana Reyes, quien fundó el Centro Educativo Isauro Arancibia, en el año 98, y que hoy tiene su edificio propio en Paseo Colón, a metros de Parque Lezama.

Susana fue secuestrada y torturada durante la dictadura, mientras estaba embarazada, junto a su compañero, con el cual militaban en la Juventud Peronista. Ella y su bebé sobrevivieron. A él se lo devolvieron fusilado. “El Isauro es ese sueño que teníamos en los 70. Es una construcción colectiva. Acá es donde se recuperan los derechos, los pibes se empoderan y construyen sus vidas nuevamente”.

¿Cuáles son las imágenes que conservás de aquellos primeros años?

Me acuerdo de mi primera alumna, Elena Reynaga, que era trabajadora sexual y fundadora de AMMAR. Cuando se vino a anotar al Isauro, se asomó con un cuaderno, un lápiz y me dijo: “¿Vos sos mi señorita?”. Entonces, entendí que el adulto que vuelve a la escuela vuelve a ser el niño que fue excluido. Me acuerdo también de Valeria; había aprendido a escribir su nombre. Entonces, la maestra le decía: “¿Qué otra cosa empieza con ‘va’?, ¿qué pasa cuando terminan las clases?”, para que diga “vacaciones”. “Se acaba el mundo”, dijo.

¿Qué lógicas de la escuela tradicional han tenido que traspasar?

En realidad, todo. Los pibes viven en la inmediatez absoluta. Ellos van con una mochila y todo lo llevan ahí. Al principio, las clases eran de dos a cuatro. Y ellos llegaban cuatro menos cuarto. Entonces, nosotros les decíamos: “Qué suerte que viniste, tenemos quince minutos para hacer algo”. Ya después querían venir más temprano, porque les gustaba lo que estaban haciendo. En otro momento, con el equipo de trabajo tuvimos que discutir, por ejemplo, cómo acompañar a los pibes que no habían podido dormir la noche anterior, porque se dormían dentro del aula, pero querían seguir viniendo.

¿Cómo abordan las inasistencias?

Ellos quieren venir. Si alguien faltó mucho, le damos tareas o se queda más tiempo para hacerlas. Pero sabemos que los pibes y pibas que vienen al Isauro no se van más. Quizás sucede que por años no vienen, pero vuelven a aparecer. Es poner las necesidades del otro, que tiene una vida totalmente distinta a la nuestra, como prioridad. No importa si va a tardar el doble de tiempo en terminar la escuela. El tema es que venga.

¿Cómo acompañan a quienes están por egresar?

Nuestra escuela empezó con la Escuela Primaria de Jóvenes y Adultos. Pero como venían con sus hijos e hijas, construimos un jardín maternal, que hoy es el Jardín del Isauro y que tiene más de 60 niños y niñas. Luego, como nuestros egresados no se querían ir, hicimos un secundario, que depende de la Universidad de Avellaneda. Además, tenemos una escuela de formación para el trabajo, donde hay un montón de oficios. También, tenemos emprendimientos de la economía social. Y algunos van a la Universidad. El año pasado, por ejemplo, el abanderado de la Universidad de Avellaneda era un alumno egresado en nuestra Escuela, que vivió en la calle, en Paseo Colón. Hoy, está estudiando Ingeniería Informática. Lo que este sistema injusto, inhumano y desigual le tenía preparado él lo pudo torcer, porque recibió una mirada amorosa y le mostramos de lo que es capaz.

¿Cuáles fueron los mecanismos más potentes para convocarlos?

Lo primero fue ir a buscarlos. Ahora, es el boca a boca. Lo más efectivo es que saben que los respetamos, que los valoramos y que los necesitamos en la escuela: que aprendemos mutuamente. Ellos se van reconstruyendo. No vienen solo a terminar la primaria. Vienen a pensar su proyecto de vida sobre lo que desean. Ellos pueden desear también, pero no lo saben. Después, armamos la Asociación Civil Isauro Arancibia, con la cual tenemos un hogar, donde viven 18 pibes. Se van rotando, van saliendo y van entrando otros. También, ahí nos ocupamos de la salud de los pibes y pibas, del arte, de que puedan tener un viaje recreativo todos los años. La formación docente es el mayor desafío.

¿Cuáles son las necesidades más urgentes del Isauro y qué pensás cuando mirás hacia atrás?

Lo más urgente es desnaturalizar la situación de calle. ¿Quién puede estar más inseguro que alguien que duerme en la calle? En el orden institucional, la normativa del Isauro y que se puedan abrir otros “Isauros” en más barrios de la Ciudad. De estos 25 años, tengo muchísimo agradecimiento. Principalmente, al maestro Isauro Arancibia, que nos permitió calzarnos sus zapatos –los que le robaron cuando lo mataron– para caminar hacia una patria más justa. A los pibes y pibas que asisten a la Escuela, por todo lo que me han enseñado. Y a mis compañeros y compañeras, con los que aprendimos a construir colectivamente.

¿Cuáles son las causas más frecuentes que ustedes observan de los chicos y chicas que terminan en situación de calle?

Violencia doméstica, abuso, situación económica… Familias que no pueden sostener el hogar y los pibes tienen que salir a laburar. Y al final, se quedan por ahí, en la Ciudad. La mayoría son del conurbano. Otros, se largan a la calle para salvarse: del barrio, de la casa. Son múltiples las causas. Y muchos, son pibes que empezaron recogiendo cartón, durante la semana, y ya después no se fueron más.

¿En qué situación se encuentra el Isauro Arancibia a nivel institucional?

Institucionalmente, hemos luchado para poder tener nuestra propia normativa. Porque el esquema del Isauro, una escuela de adultos, de jornada extendida, no existe en el Estatuto Docente. Los sindicatos docentes, están absolutamente de acuerdo en incorporarlo. Pero se debería incorporar por un proyecto de ley que el Ejecutivo de la Ciudad, de donde dependemos, nunca lo hace. Y en la legislatura, donde el oficialismo es mayoría, nunca lo vota ni da quorum. Pero nosotros seguimos adelante. El Isauro existe. Y cada vez más fuerte. Eso, no lo pueden parar.

¿Qué pensás para adelante?

Pienso que tenemos que trabajar mucho con la formación docente. Me parece fundamental. Esto es un legado a los 30 mil compañeros y compañeras, que lucharon por una patria más justa y que, en lo personal, me enseñaron que significa la palabra “compañero”; qué significa “el otro”; qué es “trabajar por el otro” y “por la patria”. Es difícil dejar la idea de uno para construir entre todos, una idea colectiva. Y en estos 25 años, con el Isauro, lo logramos. El 28 de agosto, se cumple el aniversario. Y pienso que, si mi compañero estuviera presente, valoraría mucho lo que hicimos. Porque mucho me lo enseñó él.

Salir de la versión móvil