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AL AMIGO CAÍDO

POR RODOLFO CASTELLANO

Tenía necesidad de escribirte esta carta querido “Pato”.


Pasaron muchos años y  tu recuerdo está intacto. Los chicos son grandes y mi pelo encaneció. Aún  atesoro tus relatos de pibe, cuando soñabas con esas “máquinas voladoras”. Esas que gracias a tu voluntad y a tantos años de estudio pudiste volar. Me contabas tu vida de “pájaro”; libre de los fragores y del cansancio de tierra. Todo eso te hacía feliz.

Vicecomodoro Rodolfo de la Colina (de pie)
Vicecomodoro Rodolfo de la Colina (de pie)

Tu familia creció como la mía. Me contabas tus cada vez mayores responsabilidades por el personal a cargo y los aviones cada vez más complejos que comandabas. Mi hijo Leonel veía en vos lo que sería… Armaba y acumulaba avioncitos de todas las clases, emulándote. El sería un piloto como vos.

De repente la guerra en esas islas lejanas tantas veces reclamadas por nuestro país. No dudaste un instante; te alistaste. Podrías haberte quedado en un escritorio, pero sentías el deber de buen criollo y de soldado. Ni pensaste que ibas a pelear contra la OTAN, personificados en el Reino Unido y los EEUU. Supe luego que nada te importaba más que tu Argentina. Nada. Y allá volaste.
Luchaste a diario. Supe de tus breves descansos (tal vez para poner tus cosas en orden). Y si; disponías de tu tiempo solo en función de peleársela a los “gringos” -decías-.

Un mal día nos “comunicaron” que habías sido abatido y sobre tu desaparición en ese sur hostil. Sabes desde el cielo que sentí la peor trompada en el estómago. Una agria sensación de dolor y vacío en mi mente recordándote. Traté de recuperarme como pude; por vos, por los tuyos y por los míos.

Tiempo después hablé con tu jefe de entonces. Fue como lo imaginé conociéndote. Cómo habías actuado: un héroe –remarcó-. No parabas, no descansabas y no te bajabas de ningún avión.  Describió con detalle la vida en tiempos de guerra de la base. Como todos se juntaban y se abrazaban. Como salían en misión sin importarles que el tiempo les presentase su peor cara; sabían que lo que hacían era vital. Contó también del ritual de la vuelta. Se volvían a abrazar y lloraban por caídos. Me contó como crispados de dolor y rabia volvían a salir para seguir…

Tu última misión fue en tu Lear Jet con tecnología para vigilancia que te hacía volar a mucha altura. Supe por tu jefe que también tenías tareas de distracción para atraer al enemigo y así dejar un camino libre por el cuál se colaban tus camaradas en sus ataques a la flota inglesa. Ese día fatal, volando muy alto, tocó tu avión un poderoso misil Sea Dart, que los ingleses no tenían hasta entonces y eran recién provistos de EEUU. Ese 7 de junio de 1982 tus últimas palabras fueron: -Llamando a base… -llamando base. Nos tocaron… No hay nada que hacer… Caemos en picada… Mamá… Viva la  patria…

Varios años después encontraron tus restos y los de tus otros cuatro camaradas en una turbera de tantas en nuestras Islas Malvinas.

Pato, cuando conocí tu final, supe que tus decisiones y tu coraje te llevaron mucho más allá de los límites del deber de un soldado. No soy un soldado pero sé que lo que vos hiciste lo comparo con lo aprendido en los libros de nuestra historia, de aquellos que pelearon por nuestra independencia con hechos heroicos, inigualables e irrepetibles.

Quiero que sepas que sos un héroe nacional como muchos otros. Pero uno contemporáneo. De los nuevos, los actuales. Te cuento -pero por favor no te rías-, que sos leyenda e historia. Si Pato; tu nombre y tu imagen están en cada espacio que los recuerde de este país. Te cuento que nunca pasarás al olvido y que te recordarán por generaciones.

Como ves Pato; te debía esta carta. Te adelanto que está pendiente mi visita a tu lugar de descanso. También que tenemos que terminar nuestra eterna  partida de truco y que en casa tu foto está desde siempre escoltada por los avioncitos de Leonel.

Un abrazo.

PELEAR SIN ARMAS
El Vicecomodoro De La Colina era el jefe del escuadrón Fénix. Este era un escuadrón de pilotos, navegantes y técnicos; civiles y militares que volaban aviones comerciales, que al comenzar el conflicto se alistaron voluntarios. Tanto el Lear Jet LR35 (avión ejecutivo) del Vicecomodoro De La Colina, como las demás aeronaves, -a diferencia de las construidas para uso militar-, no se encontraban artilladas, ni con asientos eyectables, ni paracaídas, de modo que las mismas se enfrentaban al enemigo sin la posibilidad de dar respuesta bélica alguna ni salvación, por lo que su única alternativa constaba en quedar libradas a su buena suerte y las maniobras evasivas que pudieran realizar para evitar el fuego enemigo.
La única baja de este escuadrón durante el conflicto fue la del Vicecomodoro De La Colina y su tripulación, el Mayor Juan José Falconier; el Capitán Marcelo Lotufo; el suboficial ayudante Francisco T. Luna; y el suboficial auxiliar Guido A. Marizza.
Al Vicecomodoro Rodolfo de la Colina, se lo recuerda como un digno ejemplo al valor y a la vocación profesional, teniendo en cuenta que siendo Jefe del escuadrón Fénix, no tenía la obligación de volar, ni la de cumplir misiones de alto riesgo.
A similitud del Teniente Coronel Británico Herbert Jones, el Comodoro de la Colina se constituiría así en el oficial Argentino de mayor rango que moriría en combate…

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