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ALCIRA ARGUMEDO DESMENUZA LOS CAMBIOS DEL CÓDIGO CIVIL

La diputada por Proyecto Sur, Alcira Argumedo se refirió al proyecto de ley que habla sobre la reforma a la ley electoral.

Señor presidente:
quiero hacer un breve comentario. Celebro esta introducción con un touch de telenovela venezolana, mediante la utilización de todos los nombres, esta cosa de “te amo, María Rosa Francisca del Carmen”, “yo también, Hugo Pedro José”.

De todas maneras -me puede llamar Susanita, no tengo problemas- esta introducción vale. En cierta forma, tengo que perdonarlo, señor presidente, por su caballerosidad, con las cazuelitas, las felicitaciones para Pascuas, verdaderamente debo reconocerlo y hago una pequeña advertencia: dado que tiene esta caballerosidad quisiera pedirle que cuando los señores diputados están hablando y se exceden un poco en su tiempo no se los corte en el uso de la palabra en forma tan abrupta, es decir que se les deje terminar la frase porque si no puede ocurrir lo que recordamos algunos de avanzada edad como quien habla, cuando en el programa de Roberto Galán “Si lo sabe cante”, quienes no eran aceptados por el público eran sacados con una grúa.

Si los taquígrafos son estrictos, verdaderamente quien lea las versiones de la Cámara dentro de unos años va a encontrar que de golpe la exposición de un diputado termina “por que me…”, lo que no me parece que sea bueno para la historia.

Con referencia a la ley electoral quiero decir que aquí hay un contraste muy importante entre los fundamentos de dicha ley, en cuanto a la modificación del Código Electoral sobre la emisión de voto. Se busca una reforma para brindar a la ciudadanía un sistema más moderno, más ágil y transparente, dotado de seguridad jurídica, con el nuevo formato del DNI que pasa ahora a tener una categoría más moderna dejando de lado la anacrónica libreta de enrolamiento y la libreta cívica, más tarde reemplazados por el DNI de la libretita en papel. Se está hablando de la digitalización de datos de cerca de 50 millones de personas, del nuevo banco de datos, de que Argentina vuelve a tomar la vanguardia en la identificación personal, como cuando descubriera la huella digital como forma de identidad, de la modernización con tecnología de avanzada del registro electoral, planteando las alternativas más avanzadas alrededor del troquel.

Estos fundamentos que se presentan en el proyecto contrastan sin embargo con el hecho del fuerte énfasis que se impone en el castigo a la abstención. Es cierto que en la Argentina se ha venido dando un proceso por el cual la abstención ha ido creciendo en los últimos años. Pero nos parece excesivo que la falta de presentación de la constancia conlleve el riego de, en muchos casos no poder ser designado funcionario o empleado público por tres años o no poder realizar trámites durante un año si no se paga la multa, es decir caer en la muerte civil. A esto se agregan las duras sanciones a los empleados públicos que permitan hacer trámites a quienes no presenten este papelito. De alguna manera debemos llamar la atención acerca de que el padrón electoral del 2011 giraba alrededor de los 28 millones de electores.

Si se tiene en cuenta que votó el 72 por ciento de los electores estamos planteando que hay un 28 por ciento del padrón que no votó. De ese padrón hay que sacar a las personas mayores de setenta años pero resulta que hay cerca de 5 millones de personas que van a tener problemas porque bajo una u otra forma no han emitido su voto, por lo cual no pueden tener el troquel.

Aquí entramos en un proceso de burocratización altamente riesgoso, con esos 28 millones de papelitos dando vueltas. El agregado del argumento de “me lo olvidé, se me perdió, voy a buscarlo, etcétera, etcétera” es altamente riesgoso y no precisamente moderno.

El otro elemento señalado aquí es el tema de los fiscales. Es cierto que es una dificultad para los partidos más chicos. Me refiero al tema de tener fiscales que no puedan votar en la misma mesa que controlan, y eso tiende nuevamente a facilitar y promover los grandes aparatos políticos, pero sobre todo esta ley mantiene con todas sus pretensiones de modernidad -Tecnópolis mediante- el mismo método que desde los comienzos de la Ley Sáenz Peña utilizaban algunos punteros políticos, como Alberto Barceló. Digo esto porque sabemos que todavía existen los Alberto Barceló y los “Ruggerito” en algunas partes del país.

Por esa razón nosotros proponemos reemplazar la boleta tradicional, que se presta a tantas situaciones de fraude o de presión sobre la dignidad de los electores. En este sentido, no podemos ignorar que se han conocido casos emblemáticos en esta romántica distribución de las boletas en los barrios, como la que mencionó la señora diputada Conti. Quienes militamos en los barrios en épocas en las que no existían las boletas democráticas, porque no había democracia, sabemos que se usaban volantes y otros métodos creativos que no necesitaban de esas boletas. Sin embargo, aprovechándose de las necesidades de los sectores más golpeados de la sociedad, se inventaron ciertos métodos que distorsionaban el proceso. Desde este bloque esperamos que esa forma de proceder no exista nunca más. Me refiero a determinadas actitudes, como la de entregarles a los electores una sola zapatilla del par junto con la boleta marcada, mientras que la segunda zapatilla se la daban si la boleta aparecía en la urna. ¿Dónde está la modernidad?

Teniendo en cuenta que está finalizado el tiempo del que dispongo para hacer uso de la palabra, y para que no me corte, como lo hacía Roberto Galán, quiero llamar la atención a los integrantes del bloque del Frente para la Victoria, porque justamente en la zona de Avellaneda, en las tierras de Barceló, a pocos días del 17 de octubre de 1945, el por entonces coronel Perón les decía a los habitantes de Avellaneda: “Soñamos con un futuro en el cual el pueblo nombre a sus representantes, eligiéndolos no entre los más hábiles políticos ni entre los más camanduleros para hacer un fraude, sino entre los que han probado que son honrados y leales a la clase trabajadora.”

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