¿Se puede aprende de Lugo?
La buena voluntad no reemplaza la lógica de la política. Es necesario comprender los sucesos históricos para no repetir errores.
Las redes sociales, saturadas de autoayuda liviana, sospechadas de trivializar situaciones existenciales o ideas políticas (en dos comentarios se llega a Hitler, Menem o Venezuela), y capaces de redefinir el vínculo de la amistad en conocidos o poco menos, todavía son útiles. Hablando de Paraguay, puntualmente sobre El Vaticano y su orgullosa coherencia histórica de ser el primer Estado europeo en reconocer al Gobierno de Franco, alguien consultó: “dentro de Paraguay ¿quién fue el primero en reconocer el golpe institucional?”.
La pregunta no tiene nada de inocente, más bien plantea un nuevo interrogante luego de responderla ¿qué aprendizajes y conclusiones pueden extraerse de la destitución de Lugo?
Dentro de Paraguay, el primero en reconocer el golpe fue Lugo. Tal respuesta necesita una aclaración, la política tiene lógica. La capitulación de Lugo en la conferencia de prensa posterior a la destitución consumada por los partidos tradicionales en el Congreso y las declaraciones que realizó en los días siguientes, es similar a un jugador de ajedrez que luego de perder, sin oponer resistencia alguna, su reina, alfiles, torres y caballos, declara que está fuera del juego y da las gracias por todo. Pero cuando las fichas se están guardando en la caja para una futura contienda afirma que él desea seguir compitiendo.
Ante una destitución en tiempo record, la región reaccionó con idéntica agilidad. Los cancilleres de la UNASUR viajaron de inmediato a Paraguay, se entrevistaron y adelantaron las consecuencias oficiales que obtendría la consumación del golpe institucional: suspensión política de Paraguay en el MERCOSUR y la UNASUR. En otras palabras, se reconoce la ruptura del orden constitucional aun cuando formalmente se respetaron las leyes paraguayas. El neo-golpismo, concepto que nace luego de las experiencias en Honduras, Ecuador y Bolivia (por nombrar sólo ejemplos en América), describe que respetar algunas formas institucionales no alcanza para legalizar la sucesión de presidentes que no pertenecen a los partidos políticos tradicionales y están enfrentados, o alejados, de los poderes económicos concentrados. Así y todo, no pudieron torcer el rumbo de los acontecimientos. Desde no hace mucho la unión política de la región puede desempatar conflictos internos, no imponer ganadores.
Por lo tanto, ante la destitución de Lugo caben dos análisis. En primer lugar, reconocer que fue un golpe institucional. Los poderes tradicionales no respetan las formas democráticas cuando está en juego la supremacía política, entendida como natural, y los intereses económicos de los sectores que han ganado siempre. Por otro lado, y aún cuando se reconoce que no habían alternativas para llegar al poder que establecer alianzas con sectores enfrentados ideológicamente, Lugo es responsable de no desarrollar un sustento político para su Gobierno. No basta con ser bueno, hay que poder ser bueno. Eso es el ABC de la política. Si tuviese respaldo popular, algo que está en duda por la escasa movilización en los momentos claves, es necesaria una organización con liderazgos inobjetables, para los sectores populares, y consecuentes con el proceso histórico. El miedo no explica todo. En Venezuela la movilización popular logró desandar el camino golpista en pocos días, incluso el grado de violencia fue mayor, los medios de comunicación actuaron como órganos de difusión (grabaron crónicas de enfrentamientos y muertes antes de que sucedieran), con el respaldo y reconocimiento de EEUU a los golpistas, etc.
La comparación refuerza la hipótesis inicial. Lugo nunca trabajó para sostener su poder, la conferencia de prensa que realizó luego de que el Congreso intentara legalizar el golpe fue una capitulación. Aceptó su derrota sin proponer una resistencia activa incluso a último momento. Humanamente irreprochable, políticamente una traición a la esperanza de cambio.
No obstante, en política todo es posible. Lugo puede aprender de lo sucedido y regresar al poder en las próximas elecciones. Sin embargo, y volviendo con el ejemplo del ajedrez, depende de que sus oponentes cometan errores muy groseros como para perder su reina, alfiles, torres y caballos, a manos de algunos peones voluntariosos.