LA CIUDAD INFELIZ
El mes pasado, invitado por amigos anduve por Mar del Plata. Al ver sus playas, sus construcciones y tantas mejoras, evoqué la primer visita allá en mi juventud. Por entonces el mayor problema de “la feliz” era su crecimiento alocado (¡ah, la eterna falta de urbanización criolla!)
Hoy la problemática es muy otra. Y asusta más. Y va de lleno el título y mi explicación por el. Mardel hoy es una ciudad cuyos habitantes refieren constantemente sus peores miedos. Desde el ama de casa al ingeniero, desde el albañil al profesor… Todos… Cada uno y en toda ocasión que tienen describen su estado anímico por la inseguridad reinante. Ellos quieren que los que estamos de paso nos anoticiemos de cómo viven. Los marplatenses sufren…
Como en el cuento de Pushkin viví y registré una ciudad cercada donde la prevención y el azar prevalecen sobre los controles del estado.
En los hoteles sobran las normas de seguridad; no se aleje del casco céntrico, no lleve alhajas ni relojes costosos, lleve poco dinero, no se detenga en los bulevares en días de semana para contemplar el paisaje porque lo asaltan a pleno día.
Los comercios de muchas avenidas (como la Champagnat o a metros de la Perla) atienden a través de una ventanita. Las inmobiliarias tienen horarios cortos de 10 a 13 horas y sus empleados toman mil medidas de seguridad para no ser emboscados. Cuidado en la plaza Colón. Ojo los punguistas en la peatonal San Martín. Guarda con los que esperan en el auto a sus mujeres en los locales de venta de pulóveres de la avda Juan B Justo. Cuidado en los estacionamientos de los restoranes del puerto.
En Mar del Plata el mayor negocio hoy es vender rejas, puertas blindadas, cámaras, alarmas, servicios de vigilancia, etc.
¿Y la bonaerense? Mal, gracias… Parecen ser muy pocos los efectivos disponibles para una comunidad de más de setecientos mil personas. Por la escasa presencia…
Los marplatenses dirimen sobre la cuestión y no se ponen de acuerdo. Hay quienes dicen que es un tema político y que nada pueden hacer. Otros le achacan males a la incapacidad del gobierno provincial. En definitiva: los unos y los otros se encierran porque las calles no son nada amigables.
El Intendente Pulti -otrora independiente del partido Acción Marplatense-, presionado y sin atisbos de soluciones, hoy está felizmente asociado al kirchnerismo, para que le participen algunas migajas, bajando las banderas con que asumió en Mar del Plata y callando de esa manera la voz de protesta de los habitantes que lo votaron. Esta inseguridad es la misma que asola a los bonaerenses en mayor o menor medida.
Entretanto, su feliz gobernador, en vez de tomar al toro por las astas, sigue con su meloso y repetido discurso, con idénticas características al vital elemento; insípido, inoloro e incoloro.
Estamos a las puertas de la creación de una Escuela de Policía Regional (conjuntamente con la Municipalidad). Las policías locales se proponen hoy por las fuerzas políticas como una solución a un problema de larga data. Habrá que ver…
En él mientras tanto la inseguridad no afloja. Las excusas son las de siempre porque la legislación está. En Mar del Plata –como en el resto del universo conocido- las fuerzas policiales saben donde están los delincuentes. Conocen sus aguantaderos y sus zonas “de trabajo”.
Tampoco hay una solución tangible a la hora de disminuir los bolsones de pobreza extrema conformados por las villas periféricas a la ciudad, creando condiciones para industrias de otro tipo, para que no solo se viva del turismo eventual o de la pesca (en crisis), estirando un cinturón que estrangula cada vez más la garganta de aquella que en un tiempo supo ser llamada “la ciudad feliz”.