COTO: LA RUINA DE POMPEYA
El precio más caro o le rompemos el barrio…
Cuando Coto compró lo que desde el siglo 19 era la fábrica de chacinados y embutidos Tronconi, la noticia corrió como reguero de pólvora entre los vecinos. Sus expectativas eran la misma que la que sentían los viejos colonos del interior cuando se enteraban que el tren pasaría por sus campos; hubo quienes se alegraron y quienes se mufaron por la llegada del “progreso”.
PRIMER DAÑO: EL DESEMBARCO
El primer daño de Coto lo sufrieron los feriantes de la feria municipal de Roca que avizoraban un negro destino de la mano de semejante vecino. Los feriantes habían dejado a principios de los ‘80s su anterior ubicación de avda. Alcorta (al aire libre), para internarse en la avda. Roca al 1300. Con grandes sacrificios adquirieron los puestos en el predio municipal, y unos pocos años después de establecidos, se debatían en un mar de dudas; que nos van a comprar los puestos a dos pesos porque primero nos van a fundir, que yo voy a aguantar hasta el final, bla, bla, bla. Así los puestos perdían valor y así todos perdían. La situación era insostenible. Lo que entonces no sabían es que la teoría de Darwin se cumple inevitablemente y por ello habría especies que se adaptarían y sobrevivirían y otras que no. Y así pasó: algunos fueron derrotados y otros aprendieron a vivir con el monstruo al lado.
SEGUNDO DAÑO: HUNDIDOS
El otro daño fue anticipado por los viejos vecinos de Pompeya al ver que Coto construiría sus cocheras subterráneas. Allí, -y lo recuerdo muy bien porque fui un testigo privilegiado-, los viejos decían que era una misión imposible hacer semejante cosa, ya que se iban a hundir en el fondo de mar por la inestabilidad del terreno dado el caudal de agua que circula por debajo.
Que Pompeya es una zona de bañados lo sabemos todos los que allí hemos nacido, y, la profecía de los antiguos se cumplió a pesar de la “gran” obra de ingeniería. La obra se llevó a cabo, y la inauguración de la sucursal hasta contó con la presencia del Presidente por entonces; don Carlos Lechuza Menem (¿entiende el destino fatal de este super?)
El problema del eterno fluir del agua se agravó y la esquina de Centenera y Roca se hundió en el abismo generado por la rotura de un caño maestro de material (por la antigüedad). El desastre hizo que Centenera desde Roca hasta Tilcara estuviese cerrada al tránsito más o menos por un año y medio. Ese tramo estaba poblado de comercios dedicados al rubro automotor. Hubo comerciantes que se fundieron y hubo otros que sobrevivieron a duras penas. Todos pagaron el precio. Coto lo hizo: pero nadie se hizo cargo de devolverles cada peso de su penosa sangría…
TERCER DAÑO: LA RUTA DEL AGUA
La primer foto es de una de las veredas de Coto. En ella se observa un desagüe pluvial. Hasta allí nada anormal, ¿no? Todo lo contrario. Ese desagüe pluvial es de “mentirita” ya que en lugar de “tragarse” las aguas callejeras, las “vomita” desde su interior. Todo el tiempo. Y en algunos momentos con un dulzón aroma a desodorantes de sanitarios. ¿De dónde vendrán los líquidos que bombea con un entusiasmo sin igual?
En la segunda foto, reconocerán el dibujo de las destruidas veredas de Coto sobre la avenida Centenera. Verán una piedra contra la pared y encerrado en el círculo blanco una boca de salida incesante de líquidos. Si se para sobre ella, tal vez vea al fondo del caño que se adentra en las entrañas de Coto, como alguno de sus serviciales empleados le saluda amable.
La tercer foto es la de la vereda de COTO por Centenera y se ve el agua fluyendo en dirección a Tilcara.
Cuarta foto: esquina de Centenera y Tilcara. ¿Estarán limpiando? No. Para nada. Es el agua que sigue su ruta en busca de nuevos cauces.
CUARTO DAÑO: COLATERALES
Pero el mundo no termina en COTO y el agua sigue avanzando y a su paso sigue jodiendo a los prójimos, y ahí es cuando de Centenera pasa a Tilcara y de Tilcara a Moisés Lebhenson (el pasaje).
A pesar de los arreglos macristas, Lebhenson está destruída. Las aguas y el tránsito pesado (que vaya uno a saber porque la circula tanto…) han hecho el resto. En las imágenes 6, 7, 8 y 9 pueden ver su estado permanente. Calamitoso, ¿no?
De ayer a hoy Coto solo ha generado problemas a Pompeya. Imprevisión o negligencia, pero los problemas subsisten.
Hoy día, esa falta de previsión y de controles del estado, privilegian el status quo de Coto, que sigue facturando a pesar de las heridas que sufre y causa para sostener su estratégico espacio.
Estas imágenes son una clara muestra, pero a no engañarse: las autoridades responsables hace rato están alertadas pero la situación no cambió un ápice.
La desidia oficial sumada a la indolencia de Coto permiten el estado actual.
Macri: pónele coto, please…
Víctor José Del Vento Grela / Fotos: Sabino Suárez Canosa