SE VIENEN LOS ARBOLITOS, SE VIENEN…
¿Otra vez sopa cambiaria?
¡En absoluto se trata de una campaña propiciada por el Jefe de Gobierno de la Ciudad, tendiente a purificar el aire, que es en realidad, lo único que se puede “purificar” en nuestro país!
Le hablo de los otrora clásicos “arbolitos” que merodeaban las casas de cambio, donde estaba vedada la posibilidad de vender o comprar “divisas”. Se trata habitualmente, de hombres que “hacen su pequeño agosto”, ganándose en el ámbito del “mercado negro”, dos o tres manguitos por cada cien, ya se trate de la compra o venta de dólares.
Y entonces a Ud., quien supuestamente tiene acordado el derecho “comprarse” esos cien dólares que jamás tuvo en la mano, lo convertirán en un “siniestro personaje”, cuyo voraz apetito personal antepone por sobre los intereses de la Nación. ¡Ud. me dice que, en su momento, Néstor Kirchner le compró al Central dos millones de dólares! ¡No me acuerdo!
¡Ahora me dice que tengo mala memoria! Seguramente tenga razón… uno termina mimetizándose con el resto, así el resto sea uno mismo, ¿comprende?
En “realidá”, será una manera de hacer justicia, toda vez que “el arbolito” constituye una suerte de vendedor-comprador “ambulante”, mucho más sujeto a esta condición que quien se instala sobre una frazada a vender zapatillas, en la misma puerta de acceso de una zapatillería. Ahora Ud. me dice que eso no es justicia. Vea; la justicia es la encargada de legitimar o ilegitimar las actividades y conductas de los hombres. La justicia es un “invento” del hombre, en el afán de hacer posible la vida en sociedad. ¿Acaso Ud. nunca se detuvo frente a una señora de amplia pollera para comprarle un corpiño a su señora? Me dice que es soltero. ¡Me cagó!
Ya no me resulta tan fácil convencerlo. Evidentemente, me he extralimitado en la generosa intención de hacerle entrar en razón, o avivarle, si prefiere. ¡Ahora me recuerda que es argentino, y como tal, jamás permitirá que lo tomen por boludo! Ud. conjuga perfectamente el futuro del modo indicativo del verbo permitir, y esa circunstancia les confiere excelencia a los atributos que jamás dudé tuviera. ¿Está arrepentido de algo? Le confieso que todavía no tiene ni para empezar. De todos modos, le aseguro que no es mi fuerte “hacer leña del árbol caído”… Fíjese: casi sin proponérmelo, he vuelto al tema que nos ocupaba.
Y entonces me permito sugerirle, no haga el ridículo. Para acercarse a “uno de estos arbolitos”, no es necesario se tome el trabajo de sacar a “mear” a su perro por enésima vez. Tampoco se preocupe en cuanto a que el pichicho levante una de sus patas, cuando lo más probable será que algún vigilante “camuflado” los levante a Ud. y al arbolito, invitando a ambos a compadecer a alguna dependencia policial, donde simplemente “labrarán un acta”, incautándole esa moneda que pretendía cambiar, y podrá recuperar ante el juzgado de turno, una vez que S.S. lo convoque, y en tanto entienda apenas estuvo en su ánimo el hacer lo que hacen o hacían los demás, en lo que interpretó como “pleno ejercicio de la Democracia”… o algo así… En todo caso, mejor elabore Ud. mismo su defensa, y no piense siquiera en recurrir a los oficios de un abogado. Le puedo asegurar que no existe la menor posibilidad de “quedar pegado” por la comisión de semejante potencial delito, y sí, en cambio, que los honorarios del bien dispuesto leguleyo lo dejen “culo para arriba”, y sin la posibilidad de poder volver a alardear de “piola”.
Para finalizar le digo: Lo mejor será que a esos “cien dólares” que jamás tuvo en sus manos, los contemple “poniendo la ñata contra el vidrio” de alguna casa de cambio “debidamente custodiada”… ¿Se acuerda de los versos del tango? La idea, en todo caso, consiste en poder comprar con esos “cuatrocientos mangos”, lo mismo que podría comprar hoy. ¡Entonces cómprelo hoy, y déjese de joder!