Internacional

En Siria están todos

Todo parece indicar, una vez más, que el mundo árabe decidirá su suerte por la fuerza. La crisis siria e iraní, no tienen retorno en la mesa de negociaciones.

Se podrá argumentar la desconfianza mutua o las riquezas naturales, sin embargo no deberíamos despreciar una explicación ideológica o cultural.

La explicación económica estaría, una vez más, reduciendo todo lo que sucede en el mundo a la visión occidental. En primer lugar, no podemos obviar que la resistencia en el islam tiene grises, matices que no se cortan exclusivamente por el interés petrolero. En segundo término, la mentalidad medieval que aún hoy rige buena parte de los sectores dirigentes, y de las clases dominantes, del mundo occidental. Por tanto, resolver las causas de las presentes luchas políticas y militares en Medio Oriente a ganancias extraordinarias, es acotar las dificultades de comprensión a premisas no corroboradas.  

América no fue destruida sólo por el oro y la plata.

Las luchas de emancipación no pueden reducirse a obtener la soberanía sobre las ganancias. Las revueltas árabes, revoluciones o primavera, fueron mucho más que eso. La sociedad reclamó cambios en las formas de poder y dominación. Las contradicciones de los modelos políticos emergentes no hacen más que confirmar una orientación: el mundo árabe, en su gran mayoría, exige un nuevo pacto social. La consideración de que a los viejos regímenes son reemplazados por  figuras, partidos o incluso organizaciones sociales, que tuvieron o mantienen lazos con el pasado reciente, no hace más que confirmar que el poder no se crea de la nada. Cabe la siguiente aclaración: todo impulso reformista, por moderado o revolucionario que sea, puede ser suprimido con facilidad por la fuerza bruta.

Para nosotros, espectadores tercermundistas, la pregunta de ¿cuánta sangre vale la democracia? No debería asustarnos. Tal vez, el principal escollo para una resolución rápida, si fuese posible, es que hoy no existen bloques de poder internacional incuestionados. El papel histórico de EEUU y la Unión Europea, desacredita cualquier declaración de buenas intenciones. Sin ir más lejos, Irak y Afganistán son claros ejemplos de lo que sucede cuando un ejército extranjero “libera” a un pueblo sin que éste lo solicite.  

Actores

Rusia, China, la Unión Europea, EEUU, Israel, el Consejo de Seguridad, la ONU, la Liga Árabe, las monarquías del Golfo, los Chiítas y los Sunitas, los Estados autoritarios y las diferentes posturas de la sociedad árabe. Todos tienen sus propios intereses políticos, económicos e ideológicos, con lo cual se hace muy difícil establecer buenos y malos, así como también causas y efectos.

De todas maneras, la complejidad es inherente al poder. Sus motivaciones, mecanismos y estrategias, no se absorben totalmente en ningún relato político. En tal caso, lo realmente importante es que la sociedad árabe reclama cambios y que es imposible saber quiénes serán, finalmente,  los ganadores.

Las elecciones en EEUU tienen el potencial de decidir la suerte de estos movimientos en el corto plazo. Aún cuando las Agencias actúan con independencia del poder político de turno, la decisión de atacar con el ejército más poderoso del mundo se mantiene en suspenso. El Presidente Obama parece menos dispuesto al uso de la fuerza que su opositor republicano, Romney.

En tanto, el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, confirmó que llamará a elecciones anticipadas para verificar el apoyo popular a un ataque “preventivo” a Irán. En los últimos meses, amenazó y denunció al régimen de Mahmud Ahmadineyad por estar preparando una bomba nuclear. Por tanto, el ataque se transformaba en necesario e inminente. Pero al no contar con el apoyo explicito de EEUU, decidió adelantar las elecciones bajo la excusa de que no puede aprobar un presupuesto más austero para el año 2013. Si bien existe una creciente  resistencia popular a una nueva guerra, la coalición de derecha cuenta con mayor intención de voto.

Por otro lado, la Unión Europea (recientemente galardonada con el Nobel de la Paz) refuerza cada semana las sanciones económicas al régimen iraní. Algunas de ellas de carácter simbólico, como la prohibición de comprar gas a un país que no es proveedor de la Unión.

La realidad siria es todavía mucho más compleja. El Presidente Bashar al-Assad ha denunciado, y luego fue confirmado por varias fuentes imparciales, el ingreso de combatientes de Al Qaeda, previa negociación con EEUU, en su territorio. Además, aumenta la tensión con Turquía hasta el punto de que Ankara interceptara un avión comercial que despegó de Moscú por la sospecha de que llevaba material bélico (o el simple, y para nada simbólico, intercambio de artillería). El mismo tipo de armamento que la CIA, el MOSSAD y los servicios secretos europeos, entregan abiertamente a los opositores al régimen sirio en la frontera con Turquía o Jordania. Por el momento, el gobierno sirio cuenta con el apoyo incondicional de Rusia y China, y no precisamente por motivaciones humanitarias. Más bien porque no desean ser desplazadas totalmente de la región. Además se trata del único aliado de Irán en el mundo árabe, enfrentado con las grandes monarquías del Golfo por diferencias religiosas y políticas. Monarquías autoritarias que, de momento, no merecen el más mínimo comentario de los defensores de la democracia y la libertad en Occidente por sus atrocidades contra la mujer o la oposición política.  

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