DEL QUILOMBO DE LOS MANTEROS Y OTROS CUENTOS
Y le cito la calle Florida porque es moda. Ocurre que los manteros andan desparramados por toda la Ciudad. Lo que me irrita es ver la secuencia que se repite, justamente cuando es la secuencia la que no debería darse. Por qué esperar a que se tiren, me pregunto, cuando la lógica indica que sería mucho más simple y saludable establecer un servicio de prevención que evite se consume esa “tirada”. Después vienen los golpes, los forcejeos, y nunca falta la cámara que registra el momento en el que un “agente del orden”, saca del lugar a los empellones a un gordo que previamente le había aplicado la trompada que no se vió, resistiendo el desalojo de todos los días. Me cuenta y mucho entenderlo. Me cuesta y mucho entender, que no pueda haber alguien dueño del más elemental de los criterios. Punto.
El otro tema tiene que ver con el incremento del costo del pasaje en subte, “pionero” en materia de subas inevitables que le sucederán, ante la imposibilidad de seguir subsidiando lo que jamás debió ser subsidiado, y no digo marchar al ritma de la inflación que, INDEC al margen, se instala en el orden del 25/30% anual. Y entonces la gente pone el grito en el cielo, así sea justamente el subterráneo, el medio de transporte público de pasajeros, más alejado del lugar donde residen “el barba”, y EL.
En lo personal, las pocas veces que viajo en subterráneo, lo hago utilizando la línea A, que es el mejor referente que nos indica que “no todo tiempo pasado fue mejor”. A eso agréguele el paso del tiempo. Los coches “de madera” que todavía circulan, hacen las veces de “mecedora”, prolongando el sueño de los laburantes. En las horas pico, la gente viaja tan “apiñada”, que resulta inevitable que algún “necesitao”, como diría Discepolín, coloque su miembro entre las nalgas de alguna señorita imposibilitada de zafar de la “apoyatura” no deseada. También los pungas hacen su agosto, metiendo los dedos de la sensibilidad extrema, en el bolsillo del caballero o la cartera de la dama, choreándole lo que tanto les cuesta ganar. Ocurre que “la apretada”, es el mejor aliado de éstos verdaderos delincuentes que actúan secundados por uno o dos más, encargados en caso de que uno se percate “de la sustracción”, de contenerle bajo el pretexto del…”¿qué te pasó?…tranquilízate”, al tiempo que le tienen maniatado como para que no pueda dar caza al que le despojó, y “se tirará” en la primera estación, abordando otro de los “vagones” para repetir la maniobra.
¡Tiene razón; me volví a ir al carajo, lugar donde se les debería recluir a éstos verdaderos hijos de puta!. ¡Claro que si de hijos de puta se trata, no habría carajo capaz de albergarles!, ¿comprende?. Y entonces el que se va al carajo es Ud., acompañado de todo ese grupo menor de “argentinos” que siguen haciendo del trabajo un culto, en procura de un salario que así sea menor, les permita vivir sin resignar la dignidad, alternativa solo reservada para “los muertos vivos”.
A partir del 15 de este mes, y como es habitual, Ud. podrá viajar cómodamente. Mucha gente dispara para cualquier lado, con tal de no quedarse fuera de la lista de los veraneantes, así la única opción que tenga, sea el transitar la peatonal en un ida y vuelta que se repite sin solución de continuidad, o haciendo largas colas que le permitan degustar un plato con tallarines fríos, y al fileto, o lo que es más frecuente en éstos tiempos, portando esa enorme heladera que les permitirá conservar la “mortalela” con la que se harán el sandwiche que degustarán en la mismísima playa, aderezado con arena, conchillas, forros y cualquiera otro elemento que forme parte del paisaje. Obviamente, y por una simple cuestión de “comodidad”, al caer el sol, esa playa quedará convertida en un verdadero “chiquero”…ocurre que si uno fue a descansar, no habrá cartelito capaz de convencerle que los residuos hay que arrojarlos en esos enormes canastos, habilitados al efecto, y al pedo.
Como vienen las cosas, estimo que para mediados de febrero, máximo, ya estarán todos de vuelta, so pretexto del inicio de clases que se avecina, así el nene o la nena no aprendan nada, en un ciclo de 190 días que jamás se cumple. Ocurre que las demandas en materia de aumentos salariales, conllevan obviamente la necesidad de “hacerse notar”, y los maestros, hoy denominados trabajadores de la enseñanza, no escapan al común denominador.
¡Qué disfrute!.
Ricardo Jorge Pareja