Notas

CRONOLOGÍA DE LA MÁS REPUGNANTE PUESTA EN ESCENA

Lunes 27 de febrero del 2012. Pasadas las 19 horas, contemplo a través de la pantalla de mi televisor, las más patéticas de las fotografías que se suceden sin solución de continuidad, reñidas con la moral, y emparentadas con la más supina de las desconsideraciones, y el bochorno.

Supuestamente se conmemora el Bicentenario de la creación y primera jura de la Bandera Nacional. Se ofende y vitupera la memoria del Prócer; también el sentimiento de casi todos los argentinos bien nacidos.

Las fotografías, también se encargan de mostrarme, una serie de blasones que nada tienen que ver con la Enseña Patria, y mucho con el de algunas desenfrenadas e insustentables ideologías.

El locutor del canal oficial – ya que por ahora las imágenes solo llegar a través de ese medio -, se encarga infructuosamente de hacerme creer que en el lugar se encuentra congregada una multitud que las fotografías no muestran.

Admito que las imágenes que hubiera deseado “jamás volver a ver”, se refriegan ante mis narices, y me sacan la lengua de la burla más espantosa.

Todo me asquea, y me hace sentir como un perro rabioso, acorralado dentro de las rejas “de la previa” a su ejecución.

Ya alcanzo a ver las fotografías de la Señora Presidente de la Nación, intercambiando saludos con la recurrente caterva de inmorales, abigarrada en el palco de los privilegios.

Foto: Casa Rosada
Foto: Casa Rosada

Está en sus cabales esta mujer, me pregunto, al momento que retribuye brazos y manos en alto, el sonoro saludo “del pueblo allí congregado”. Un saludo plagado por los cánticos de la letra ensayada, que le pone la guinda al postre de la afrenta.

Alguien que tengo a mi lado, me susurra al oído, que repare en el rostro “pintarrajeado” de la Señora, típico de esas mujeres que no están en su sano juicio.

Baglietto repasa las estrofas acotadas de nuestro Himno Nacional. A cuanto ascenderá su cachet, es la segunda pregunta que me formulo. ¡Es verdad, a veces soy más malo que la lepra!.

Un personaje vestido a la usanza de aquellos tiempos, se toma el permiso de pretender emular la figura del GENERAL. Un payaso más que se suma al circo de los bastardos.

Me he convertido en ese perro rabioso, que asiste impotente a la afrentosa parodia de un juramento traicionado.

Baglietto, ahora ensaya la canción a la Bandera, y su cachet, sube.

Hace uso de la palabra, el gobernador de la Provincia de Santa Fe. No presto atención a lo que dice, amparado por ese instinto natural de conservación, que también es patrimonio de los “perros rabiosos”.

Le hace entrega a “Ella”, de una réplica del Monumento a la Bandera, que levanta y exhibe como si se tratara del trofeo ganado en un torneo de tenis del Gran Slam.

Hace uso de la palabra. Hace uso y abuso de su condición. Cualquiera frase que pretende ensayar, es festejada ruidosamente por la tribuna y la platea, como si se estuviera desarrollando un espantoso partido de fútbol, que hace que los asistentes busquen alguna manera de “entretenerse”. Repasa la historia que todos conocemos, e involucran al Prócer. Su voz se quiebra, simplemente porque estos personajes, no obstante el estar munidos de ese aparato que les provee la tecnología denominado micrófono, ¡gritan como para “meternos de prepo” el mensaje elegido!. Aborda el tema Malvinas, rindiendo homenaje a quienes jamás rindió homenaje…”los pibes de Malvinas”, a su conmovedor decir.

Ensaya un repaso de su gestión y la de “EL”. Es evidente que “su enfermedad” ha eclosionado de manera tal, que le priva de “sentir vergüenza”.

Lo grave; lo gravísimo, no pasa por su estado de salud. Muchos argentinos y argentinas, se encuentran en peores condiciones. Lo grave; lo gravísimo, pasa por tratarse de la Señora Presidente de la Nación.

Hasta tiene el desparpajo de mencionar a LUCAS, dentro de un entramado de frases repetidas e inintelegibles.

Se victimiza, emparentándose con el dolor de la muerte, conminando a la Justicia a que se expida respecto a los peritajes de la responsabilidad, en un término no mayor a los quince días. Luego se encarga de aclarar, que no es su intención emplazar a la justicia, cuando ya lo hizo.

Al llegar al final de su lastimosa oratoria, la platea “se levanta”, y rompe las manos del aplauso de la sumisión incondicional.

Una “puesta en escena más”, a la que apenas se suma el ingrediente de la muerte violenta de 51 trabajadores, en su mayoría demasiado jóvenes.

Se baja el telón, y procuro vanamente encontrar el alivio.

Ricardo Jorge Pareja, parejaricardo@hotmail.com

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