Ellas también estuvieron
Alicia Reynoso, enfermera y veterana de la Guerra de Malvinas, en diálogo con FRECUENCIA ZERO, contó su experiencia en el conflicto bélico de 1982 y la falta de reconocimiento a las tareas que llevaron a cabo junto a sus compañeras.
Luego de un largo período que mantuvo a las mujeres de Malvinas en el ostracismo y el olvido, este año hubo un reconocimiento por parte del presidente Alberto Fernández en relación con el rol que cumplieron las mujeres de las Fuerzas Armadas en la guerra. Sobre esto, la enfermera militar expresó: «Me dio un terrible orgullo. Nos sorprendió porque desde que terminó la guerra hasta ayer ningún presidente nos había reconocido. Nuestra lucha viene de muchos años; no fuimos reconocidas. Debería decirse ‘veteranas y veteranos’, porque nosotras estábamos cumpliendo órdenes, no éramos voluntarias; hicimos lo que teníamos que hacer desde nuestra profesión: éramos asistenciales en tiempos de paz y operativas en tiempos de guerra. Nosotras éramos mujeres militares, de varias fuerzas y que solo hacía 2 años nos habíamos incorporado. Y también tuvimos nuestro bautismo de fuego en la guerra de Malvinas».
Con respecto al rol que se le asignaba a la mujer en ese contexto, algo muy distinto a lo que sucedía con ellas, Alicia Reynoso señala: «Si vos ves las revistas de aquella época, nombran a la mujer como la madre o la esposa que espera. Nosotras no éramos eso, éramos personal militar cumpliendo con nuestro deber. No me pongas de florero ni me pises. Como enfermeras militares, nos ordenaron marchar hacia el sur; pensamos que íbamos a ir a Malvinas, después nos dimos cuenta de que se iba a quedar en Comodoro Rivadavia. Estábamos allí cumpliendo el rol para el que nos habíamos preparado dentro y fuera de las fuerzas. Nosotras ayudábamos a cargar los aviones y siempre había un lugar para la sanidad, cargábamos mucha comida. Luego, cuando recibíamos a los soldados mal alimentados, con vestimenta que no correspondía con el clima, la verdad, no entendíamos lo que había pasado con todo lo que habíamos mandado. Yo tenía 24, mis compañeras tenían entre 22 y 26 años; éramos muy jóvenes. En el medio de una guerra, a una compañera la pusieron presa cuatro días por haberse olvidado de poner una cucharita; y por eso hicimos una especia de huelga, no se podía creer que eso pasara en ese contexto».
Las vivencias de la guerra dejaron marcas profundas en el alma de quienes fueron parte. Muchos años de olvido y silencio. A causa de esto, durante un largo tiempo, se ignoró lo que veteranos y veteranas de guerra experimentaron durante ese momento: «Cuando llegamos del conflicto, se nos ordenó que no podíamos hablar de todo lo que habíamos visto ahí. Fueron muchos años de silencio, de ocultar el dolor, hasta que yo empecé tímidamente a levantar las fotos, los recuerdos y a hablar un poco de todo lo que había pasado. Nosotras somos reconocidas por el Honorable Congreso de la Nación desde los años 90; pero como no cobramos una pensión, no somos consideradas como veteranas por muchos de nuestros pares. De todas maneras, no andamos atrás de una pensión, lo que buscamos es el reconocimiento, no le cobramos a la Patria, yo juré defenderla».
Sobre la falta de reconocimiento por parte de algunos integrantes de las Fuerzas Armadas, Alicia detalla: «Nos quisieron echar de un desfile, donde yo pretendía marchar orgullosamente porque a mí la medalla no me pesa. Yo sé dónde estuve, no todos pueden decirlo. Toda esta violencia está filmada. No nos querían dejar desfilar porque somos mujeres y no nos consideran veteranas debido a que no cobramos. Pero los que cobran por ir a la guerra, para mí, tienen otro nombre, no veteranos».
Alicia Reynoso también contó sus vivencias de cuando recibían a los heridos y toda la responsabilidad que tenían para contenerlos: «Cuando llegaban los aviones con todos los heridos, estos leones de 18 años (porque me niego a decirles chicos) venían con mucho dolor en el cuerpo, pero también en el alma. Y muchos nos pedían que los curáramos para poder volver a las trincheras. Muchos pedían ver a sus mamás, era muy fuerte la situación. Nosotras, vestidas de verde y fuertes, cumplimos un poco ese rol de contenerlos, escuchaban otra voz, otra sensibilidad y tratamos de darles esa figura que necesitaban. A nosotras nos decían que no podíamos llorar, que teníamos que mordernos la lengua; y estaba bien, porque teníamos que darles fortaleza a los heridos. Pero después, cuando juntábamos todo, nos reuníamos en una habitación y llorábamos, nos conteníamos entre nosotras. Por eso digo: las mujeres no somos floreros ni alfombra, lo concreto es que estuvimos donde la Patria nos necesitaba».
Por último, la veterana de Malvinas habló sobre las secuelas de la guerra y la importancia de vivir en democracia: «El stress postraumático existe; pero lo que me queda después de haber vivido una guerra es que nadie gana, ni los que se dicen vencedores ni los vencidos, porque todo se hace sobre el dolor de mucha gente. Ese triunfo no le sirve a nadie. Lo que me queda en claro es que esta democracia que hoy tenemos, que defendemos tanto y tanto nos costó, está regada con los 649 héroes que entregaron su vida en Malvinas. Esto debemos recordarlo y seguir consolidando la democracia día a día».