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PEDALEANDO DIGNIDADES

América en bicicleta por la infancia

PEDALEANDO POR UN MUNDO MEJOR PARA LOS CHICOS DEL MUNDO

Por Marcela Valente

BUENOS AIRES, sep (IPS) – Montado en su bicicleta, el argentino Damián López recorre América desde hace tres años con el objetivo de llamar la atención sobre los niños y niñas en riesgo por la violencia y el abandono.

«La bicicleta es un medio que va lo suficientemente despacio como para ver todo lo que te rodea y eso no solo abarca el paisaje sino también una realidad que no ves como turista», contó a IPS López, durante un descanso de su viaje, en Buenos Aires.

Este doctor en química y profesor de la Universidad de Mar del Plata, que tenía la experiencia de haber recorrido distintas regiones de su país como ciclista, decidió hace 10 años emprender la aventura de atravesar todo el continente americano.

Pedaleando dignidades
Pedaleando dignidades

Pero sólo el 4 de junio de 2007 fue que partió de Anchorage, en el noroccidental estado estadounidense de Alaska, con un plan de llegar al extremo sur de América en 2009, pero las circunstancias hicieron que el viaje se extienda más de lo previsto y casi 39 meses después de la partida aún está sobre las dos ruedas.

La idea es llegar hasta Ushuaia, en Tierra del Fuego, la provincia más austral de Argentina. Para eso partirá de Buenos Aires hacia el oeste, cruzará la cordillera de los Andes hacia Chile y volverá a entrar a su país en dirección al sur, la meta del viaje.

Conciente de que el recorrido le aportaría múltiples vivencias, López decidió que la empresa tenga «una pata social», dice, y para eso se contactó con la organización no gubernamental Aldeas Infantiles S.O.S. dedicada a la atención de niños en riesgo.

La organización, con sedes en 132 países, tiene 500 hogares permanentes para niños privados del cuidado de sus padres biológicos por violencia o abandono, y en su recorrido el ciclista visitó más de una treintena de estas aldeas.

Desde que fue creada en Austria hace 60 años, después de la segunda Guerra Mundial (1939-1945), Aldeas Infantiles atendió a más de un millón de niños y niñas, sobre todo en África y en Asia, pero también en América Latina y países desarrollados.

«Lo interesante es que a diferencia de un hogar tradicional, éste es un proyecto a largo plazo donde (los niños) pueden vivir desde muy pequeños hasta la mayoría de edad con una mujer que vive con ellos, los cuida y los manda a la escuela», explicó.

Se refiere así a la figura de la «madre social», una mujer capacitada para vivir con los niños en forma permanente hasta que ellos se emancipan. Los niños conviven allí además con hermanos biológicos y «del corazón» como llaman a los no biológicos.

con los chicos
con los chicos

La idea de López era, por un lado «integrar las diferentes cultura que se manifiestan en nuestro continente a través de un deporte como es el ciclismo, y al mismo tiempo promover la tarea que realiza Aldeas Infantiles por los niños», remarcó. López reveló que «no fue un viaje idílico en el que se aprecian sólo los bellos paisajes de montaña o selva». «Uno se choca con realidades socioeconómicas muy duras, pueblos que viven en situación paupérrima», remarcó.

En América Central, recordó, en países como Honduras, Nicaragua o El Salvador, el viaje se le hizo difícil debido a los peligros derivados de la violencia de las bandas de jóvenes armados conocidos como «maras», indicó.

Pero lo que según él le «cambió totalmente el viaje» fue la visita a las aldeas de niños. «Fue un vuelco de 180 grados», describió. En algunas, los niños le reclamaban que se quedara más tiempo, y eso prolongó la travesía.

El recorrido es errático y fue variando en función de su estado físico, las distintas recomendaciones o los sitios donde lo reclaman.

A pesar de que no lleva teléfono celular ni computador portátil, López trata de mantenerse en contacto por Internet donde va dando a conocer su hoja de ruta, y ya algunos lo esperan dispuestos a acogerlo con habitación o comida.

A los 35 años, López asegura no tener otro patrimonio que su bicicleta y lo básico para su supervivencia. «No tengo casa, ni auto ni televisión», dice. La carrera profesional quedó en suspenso para emprender esta otra que, estima, lo devolverá distinto.

Ahora, cuando queda poco tiempo para culminar el recorrido y volver a Mar del Plata, su ciudad natal ubicada 400 kilómetros al sur de Buenos Aires, afirma: «Llevo 44.000 kilómetros pedaleando por el continente, ya no soy el mismo».

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