SER MUJER, ENTRE LOS TREINTA Y LOS CUARENTA
No debe ser fácil. Y cuando digo mujer, me refiero a una persona del sexo femenino que hace honor a su condición.
He tenido oportunidad de conversar con algunas de ellas, honestas, inteligentes, cultas, bonitas, sencillas, simpáticas, y por sobre todo, femeninas. ¡Si; existen y todas ellas, de estado civil solteras, y sin novio!. Ahora me pregunta donde está ubicada La Isla. Me alegra el encontrarle de buen talante. No le hablo de ninguna isla; habitualmente caminan las callecitas de la Ciudad de Buenos Aires, y hasta es probable que Ud., se haya “cruzado con alguna”. ¿Cómo es posible que con semejantes condiciones se encuentren en soltería y sin novio?.
Justamente por eso. Ocurre que hoy por hoy, tienen la pretensión de encontrarse con un hombre masculino que igualmente haga honor a su condición de tal. No cuenta demasiado para ellas, la mucha o poca “facha” que el hombre pueda tener; tampoco su posición social…pero ¡claro!; entre sus pretensiones, se cuentan el que se trate de un hombre igualmente honesto, gentil, de buenas costumbres, pulcro, y por sobre todo, varonil. ¡Y acá es donde empieza el drama de esas mujeres de entre los treinta y los cuarenta!. Se descuenta además, ese hombre deba tener fecha de nacimiento similar, años más, años menos. Y desafortunadamente para ellas, los hombres varoniles solteros, comprendidos en ese segmento, no suman, o si prefiere parecen pertenecer a una especie en extinción. A decir de estas mujeres, el que no es grosero, se pasa de timorato; en su mayoría parecen haber renunciado a las buenas costumbres…ya llegado a éste punto, poco cuenta para ellas la pulcritud, de la que no muchos pueden hacer alarde, pero por sobre todo, les asombra la enorme cantidad de “putazos”, que se han cruzado de vereda, como “curda” sin rumbo. Dicho de otra manera, y muy sintéticamente, parece no existir horma para sus zapatos, cuando le puedo asegurar que “sobre esos zapatos”, se calza una verdadera “mujer”.
Y entonces se les puede ver solas, o integrando algún grupo de amigas, que por lo general atraviesan por el mismísimo inexorable “trance”. Algunas, dicen haber encontrado al hombre, en aquel que les lleva no menos de veinte años; le estoy hablando de un tipo que “ronda” los cincuenta o los sesenta años. Y es frecuente el verles.
Una de ellas me decía: “yo necesito un hombre que me tome bien fuerte del brazo para cruzar la calle, y no uno que se me cuelgue de los hombros, haciéndome aún más complicado el paso. No me importa tanto el que fume o no lo haga; sí en cambio, me desalienta el que se la pase mascando “gomas”, y les escupa con total desparpajo una vez que han perdido el sabor. Me importa que sus manos estén limpias, y las uñas de sus dedos recortadas; no justamente el que se “las coma”. ¡Fíjese que final y definitivamente, lo que más les aleja respecto a la posibilidad de encontrar a “ese hombre”, es el hecho que “se la coma”. Porque también pululan los “bisexuales”, que les dicen.
¡Por supuesto que hay putazos muy mayores!, y no me dé manija, trayéndome al recuerdo a personajes encumbrados de la política y la justicia, a quienes no pienso volver a mencionar. Ocurre que en el repaso “general” que uno pueda hacer, es evidente que “semo los menos, semo”.
Si quiere, le sumo un componente más, que le dará la pauta exacta de la veracidad de lo que dicen…cuando mire por TV una manifestación genuina, reclamando por algún derecho cercenado, u oponiéndose a un acto de supina injusticia, cuente a las mujeres y a los hombres que forman parte de esa manifestación, y por sobre todo “a las primeras líneas”…si ve a un hombre masculino, avíseme.
Ricardo Jorge Pareja