Opinion

BRASIL VIVE SU PEOR PESADILLA: QUE ARGENTINA SALGA CAMPEÓN EN SU TIERRA

un pais entero vive su aflicción

PENA, PENITA, PENA

La pesadilla aumenta. Argentina vence a Holanda en los penales y está en la final», lamentó el portal del diario «O Dia» tras el choque disputado en el estadio Arena Corinthians de Sao Paulo. «Después del dolor brasileño, la alegría de los rivales. Argentina está en la final de la Copa del Mundo y puede ser campeona en el Maracaná. (…) Con eso, además de no poder soñar más con el ‘hexa’ los brasileños vamos a tener que convivir con la posibilidad real de un título de nuestros mayores rivales en el escenario máximo del fútbol», expresó el medio. En tanto, el portal del diario deportivo «Lance» arrancó la crónica del encuentro con un «îSomosTodosAlemanha!».

«(…) Tampoco se sabe aún hasta qué punto la derrota alentará de nuevo las protestas y manifestaciones que quedaron narcotizadas en cuanto la pelota comenzó a rodar y que, hace un año, sacudieron el país entero pidiendo menos gastos en estadios de fútbol, y más en servicios públicos para tener mejores transportes, mejores escuelas y mejores hospitales. Según la prensa brasileña, los asesores de la presidenta Dilma Rousseff y los miembros de su Gobierno están atónitos, a la expectativa, sin saber cómo irá a reaccionar el electorado ante este aluvión de goles y de decepción, si se traducirá en una sequía de votos en unos comicios que ya de por sí se presentan muy disputados. Por lo pronto, la presidenta ya envió, a través de su cuenta de twitter, un mensaje de ánimo: “Estoy muy triste por la derrota. Pero no nos podemos abatir. Brasil, levántate, sacúdete el polvo y ponte en pie de nuevo.” (…)»

«La pesadilla alemana con la cual millones de brasileños conviven desde la vejación protagonizada por la selección brasileña en el Mineirao podrá quedar en segundo plano el próximo domingo: Argentina está en la final de la Copa del Mundo disputada en suelo brasileño», afirmó el diario deportivo brasilero «Lance».

Sin embargo, el columnista de la web de Lance, Juca Kfouri, tituló su columna con un «Arriba, hermanos», y él explicó: «Argentina puede mantener la tradición de no permitir que los europeos ganen una Copa del Mundo en América el domingo en el Maracaná».

Pero la mayoría de los brasileños preferían que Holanda le ganara la otra semifinal a la Argentina pero los «hermanos» -como llaman los brasileños a los argentinos- ganaron 4-2 en penales.

«Ver a Argentina en la final en nuestra casa duele, especialmente después de la peor derrota en la historia de la Seleçao», dijo Marcio Carneiro da Silva, de 36 años, un cartero que ahogaba sus penas en cerveza en la terraza de un restaurante de Rio.

Su amigo Cesar Augusto, de 37 años, ya escogió un nuevo equipo para el domingo. «Ahora soy alemán», dijo.

La prensa brasileña compartió el dolor, y recordó que el juego tendrá lugar en el mismo estadio donde Brasil perdió la final de la Copa del Mundo de 1950 ante Uruguay, una derrota que aún atormenta a los brasileños.

«La pesadilla continúa», tituló el diario popular O Dia en su sitio web. «Además de no poder soñar con un sexto título, los brasileños deberán vivir con la posibilidad real de que uno de sus principales rivales triunfe en el mayor templo del fútbol», agregó.

El principal diario deportivo del país, Lance, usó un título con ‘hashtag’ de Twitter: #SomosTodosAlemanha!.

Pero el problema es mucho más profundo. Los hermosos y relucientes estadios construidos para la Copa lucen gradas semivacías en sus partidos de Liga. Los clubes, cuya deuda estimada es de casi 5.000 millones de reales [1.650 millones de euros], reclaman cambios en la planificación de los diversos campeonatos nacionales para que la torcida vuelva a las canchas. Una asociación de más de 1.000 jugadores, Bom Senso F.C., lleva un año pidiendo un saneamiento general y una “revolución para construir un fútbol que sirva para todo el mundo”.

Algunos prefieren quedarse en la coyuntura:

> El agente del jugador brasileño Neymar Jr. y otros jugadores, Wagner Ribeiro, publicó en Twitter una nota titulada «6 requisitos para ser técnico de la Selección Brasileña». Si bien él no mencionó específicamente a Luiz Felipe Scolari, es la foja de servicios del DT: los requisitos son «entrenar a la selección de Portugal y no ganar nada; ir al Chelsea y ser expulsado; entrenar en Uzbekistán, volver a Brasil y tomar un equipo bueno para bajarlo a 2da. división» (Scolari dirigió al club paulista Palmeiras, que descendió), pedir que lo despidan 56 antes días antes de la final del campeonato para ‘escapar’ del descenso (otra vez el tema Palmeiras), y ser prepotente y ridículo».

> El ex arquero alemán Oliver Kahn opinó a la cadena alemana, ZDF: “Brasil colectivamente involucionó. Fue un fracaso colectivo del equipo de principio a fin. Los brasileños lo hicieron todo mal desde el punto de vista táctico. Fue increíble ver cómo cayeron en la trampa de Alemania y fueron cuesta abajo después de que el primer gol. Quizás sienten la presión. Brasil fue emocionalmente vulnerable y mostró poca experiencia”.

Pero, de paso y como indicador de que el problema es más grave, en la Copa Libertadores de América, el trofeo más preciado del continente, no hay ningún equipo brasileño clasificado para semifinales por primera vez desde que cambió el sistema clasificatorio en el año 2000.

Y no es un problema de dinero. La Liga brasileña es la 6ta. con más ingresos del mundo, pero ocupa el puesto N°18 (por detrás de USA y Australia) en el ránking de asistencia media a los estadios.

Todo indica que habrá mucho traqueteo en el fútbol brasilero en días próximos. Pero también en la sociedad no futbolera.

Acerca de la depresión brasilera escribió Antonio Jiménez Barca, para el diario español El País, desde São Paulo:

En la cafetería de la esquina de un barrio corriente de São Paulo cercana a la parada de metro de Pinheiros, un policía cabizbajo sentado en la barra charlaba con un jubilado aún más cabizbajo bajo la mirada de un camarero silencioso y todavía más deprimido. Entonces el jubilado, dio un manotazo al bollo y masculló, para que le oyera el policía:

-Ojalá nos hubiera eliminado Chile en los penales. Ojalá.

Brasil se ha despertado incrédulo, triste, noqueado, inmerso aún en la niebla tóxica de la pesadilla del 7-1, en sus funestas consecuencias. Un comentarista radiofónico muy madrugador de la emisora CBN hablaba de la falta de táctica futbolística del equipo de Scolari. Pero un segundo comentarista, media hora después, aludió a que la aplastante derrota, según él, despertará otra vez el complejo de inferioridad del brasileño y le devuelve ya por lo pronto a una realidad llena de problemas de la que ha escapado durante el mes largo que ha durado la selección en el Mundial.

En la misma noche de la goleada hubo incidentes, en São Paulo, Río y otras grandes ciudades brasileñas, que más respondían a un vandalismo incontrolado que a un movimiento organizado de protestas: peleas, incendios de autobuses, saqueos de tiendas…. El amanecer trajo una calma triste y compungida, como la que se respiraba en la cafetería del policía y el jubilado. Las camisetas amarillas desparecieron de golpe. Todos los que la lucían orgullosamente el día anterior las guardaron en casa.

La mayoría de los periódicos (sus portadas aparecen llenas de “humillación”, “vejamen”, “vergüenza”), especula con la posible influencia que puede tener este marcador increíble en las próximas elecciones de octubre. Todos los expertos coinciden en recordar que nunca el resultado del Mundial ha influido en las urnas, y eso que los campeonatos del Mundo coinciden, desde 1994, cada cuatro años, con las elecciones generales brasileñas. Pero esos mismos expertos también recuerdan que nunca Brasil ha sufrido una derrota tan aplastante, tan demoledora, con un potencial simbólico comparable –tal vez mayor- a la del Maracaná en 1950. “Sólo hemos superado el trauma de 1950 con otro mayor”, resumía un seguidor de Facebook. Lo del trauma no es una frase hecha: los periódicos aportan consejos de psiquiatras y psicólogos para que la goleada no afecte demasiado a los niños.

Tampoco se sabe aún hasta qué punto la derrota alentará de nuevo las protestas y manifestaciones que quedaron narcotizadas en cuanto la pelota comenzó a rodar y que, hace un año, sacudieron el país entero pidiendo menos gastos en estadios de fútbol, y más en servicios públicos para tener mejores transportes, mejores escuelas y mejores hospitales. Según la prensa brasileña, los asesores de la presidenta Dilma Rousseff y los miembros de su Gobierno están atónitos, a la expectativa, sin saber cómo irá a reaccionar el electorado ante este aluvión de goles y de decepción, si se traducirá en una sequía de votos en unos comicios que ya de por sí se presentan muy disputados. Por lo pronto, la presidenta ya envió, a través de su cuenta de twitter, un mensaje de ánimo: “Estoy muy triste por la derrota. Pero no nos podemos abatir. Brasil, levántate, sacúdete el polvo y ponte en pie de nuevo.”

“Que no haya dudas. Esto influirá en los sondeos y Dilma Rousseff bajará. La gente ahora la toma con el entrenador Scolari, pero pronto transferirá esa frustración a Rousseff”, asegura el sociólogo especialista en deportes Flavio de Campos. Este experto recuerda que durante el partido, el público pasó, casi sin solución de continuidad, de insultar al criticado delantero Fred a dirigirse a la presidenta. Y añade una particularidad del pueblo brasileño que hoy se muestra en carne viva: la identificación de la esencia del país con el fútbol. “Siempre esperamos que los futbolistas de la selección encarnen la fuerza, la virtud y la creatividad que no encontramos en otros espacios sociales”.

Tal vez por eso, según algunos, la derrota histórica que ha infligido Alemania a Brasil sirva de vacuna, de curativo. Así lo asegura el editorial de A Folha de S. Paulo : “El partido tal vez implique que se acabe con una época en la que país y estadio, hinchada y pueblo y nación y selección han sido vistos como la misma cosa (…) Tal vez se pueda decir ahora que Brasil es mayor que su fútbol”.

En una carta al director del mismo periódico, Albino Marcones, de São Paulo es más tajante: “Se acabó la euforia. Vamos a cuidar de la economía, a hacer que este país vuelva a andar. Basta de emoción. Vamos a arreglar la inflación. Despierta a la realidad, Brasil”.

(urgente24.com)

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