Sociedad

Guerra a la arquitectura insostenible

La invasión de Rusia a Ucrania convulsionó al mundo por las imágenes que circulan. Pero además generó una nueva crisis económica, entre ellas, la energética. Es que el escenario estableció una serie de restricciones en las importaciones del producto.

La Unión Europea (UE) depende en un 40% del gas de Rusia; lo que implica una dependencia de unos USD 118.000 millones diarios. El 40% del valor se destina a la climatización de obras de arquitectura: viviendas y diferentes usos en los grandes núcleos urbanos.

Si bien la UE aplica normativas para construir con conciencia sustentable, la falta de combustibles amenaza con reemplazarse con la quema de carbón en las centrales eléctricas. Esto tendría graves consecuencias climáticas y ambientales.

La única solución sería la profundización del plan “REPowerEU” para obtener más energía de forma segura, económica y sustentable, evitando la dependencia de los combustibles fósiles rusos para el año 2030.

Sin embargo, el viejo continente no es el único que cortó lazos con Rusia. Estados Unidos prohibió las importaciones de gas natural licuado, petróleo y carbón de aquel país.

El arquitecto Gustavo Di Costa señaló que una situación parecida ocurrió en 1973, cuando Arabia Saudita prohibió el embarque de petróleo hacia puertos de los Estados Unidos o sus rutas comerciales, reduciendo drásticamente la producción de crudo al 25%; lo que derivó en nuevas regulaciones para el acondicionamiento térmico en Europa.

De este modo, el docente de la UADE afirmó que el crudo se transforma en un arma económica, como sucede actualmente, ya que Rusia es el tercer productor a nivel mundial. Por esta razón, las medidas adoptadas podrían contribuir a reducir la quema de combustibles fósiles, aumentar la producción de energía renovable e interpelar a la arquitectura para reducir la demanda energética.

Para eso, el especialista consideró importante correr las fronteras energéticas hacia sistemas sostenibles y, al mismo tiempo, crear una arquitectura mejor preparada para el ahorro del consumo. «Si nosotros generamos edificios térmicamente más eficientes, estamos colaborando en reducir el efecto invernadero y todo lo que daña a la naturaleza en términos ambientales», expresó.

En este sentido, el profesional explicó que si a los muros en contacto con el exterior se le generan aislaciones necesarias para reducir la ganancia de calor en verano y la pérdida en invierno, ya produce progresos. También hay otras condiciones, como el no consumo desmedido de agua, el recupero de aguas de lluvias y el lavado de áreas comunes que no requieran de agua potable.

«Si todos nuestros proyectos empiezan a incorporar estas tecnologías, vamos a mejorar en eficiencia nuestras construcciones y las vamos a volver menos dependientes de recursos valiosos y finitos en el tiempo», cerró en diálogo con FRECUENCIA ZERO.

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