LA IMPERDONABLE FRASE DE DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO
En nuestro país, y desde hace ya muchos años, la consigna es “hay que embrutecer al soberano”, quien consecuentemente deja de serlo, para convertirse en “un vulgar” habitante sin voz ni voto, o con la voz y el voto dependientes de la prebenda de la degradación humana. Y los artífices de la mentira sistemática, elaborada en la inclaudicable intención de llevar agua para su “filosófico apátrida molino”, cada dos por tres nos recuerdan que las Malvinas son Argentinas, concediéndoles a los artífices de aquella gesta inolvidable, la condición de ciudadanos de cuarta… apenas soldados descartables, como si se tratara de aquellos “de plomo”, con los que Ud., y yo pasábamos los días, jugando a la guerra que nos proponía la acotada imaginación de nuestra infancia.
En tanto los vándalos que actúan con brutalidad, violencia y espíritu destructor, armados, y amparados en la grosera impunidad que les concede “el derecho de encapuchar sus rostros”, se han apoderado de las calles y de la voluntad de los hombres y mujeres de bien, convertidos en rehenes del más perverso de los sistemas.
Domingo Faustino Sarmiento, aun muerto, resiste el embate cobarde e impiadoso de los mercaderes de la muerte y el vil sometimiento…”las ideas no se matan”, también dijo el prócer, persuadido de que perdería la batalla que librara en favor de la educación.
Ya pronto llegará el momento que me impida llegar a Ud.; ya pronto llegará el tiempo del pensamiento único; ya pronto lloraremos la falta de esa libertad de expresión que agoniza, y duele tanto o más que el encarcelamiento físico tras las rejas de la injusticia supina, de los fallos cobardes de la venganza, estimulados por el odio y el rencor enquistado en las mentes de la infamia.
Hoy, más que nunca, brego porque Dios y la Patria se los demanden; ni Ud., ni yo, evidentemente, tenemos los cojones, ni nos sentimos con el derecho de hacerlo.
Ricardo Jorge Pareja