UN PREMIO A LA MEJOR DOCENTE DEL MUNDO
Una maestra estadounidense fue galardonada por su método para que los chicos lean más libros y elijan cuáles leer. Recibirá un millón de dólares. Fue seleccionada entre diez finalistas. El premio es otorgado por una fundación internacional.
Desde Dubai, Emiratos Arabes Unidos
El escenario parece montado para recibir a una megaestrella de rock. A un astro de fútbol. O un Roger Federer. No es extraño si pensamos que estamos en Dubai, donde la majestuosidad es lo que impera. Pero se convierte en algo llamativo para la cotidianidad argentina cuando el protagonista será un maestro. La mujer o el hombre que recibirá un millón de dólares por ser considerado mejor docente del mundo por su aporte innovador a la profesión.
La ganadora del Global Teacher Prize, el premio que la Fundación Varkey concedió esta semana en el emirato durante el Foro de Educación y Habilidades 2015 (GESF), es finalmente una formadora de lectores, una mujer que fomenta el placer por la lectura dándoles a sus alumnos la libertad de elegir los libros, planificar y escribir sobre los temas que prefieren.
Su nombre es Nancie Atwell; su origen, estadounidense y fue seleccionada entre diez finalistas que quedaron tras una nominación inicial de 5 mil docentes de 127 países, incluida la Argentina. “La gente tiene miedo de darles a elegir a los niños”, reflexiona Atwell, quien pese al reconocimiento advierte que su método de enseñanza sigue generando controversia.
Pelo entrecano, sonrisa permanente y un cierto aplomo en sus gestos, Atwell cuenta que adquirió el amor por los libros cuando era una niña y estaba internada en un hospital porque padecía fiebre reumática. Acaso pensando en esa experiencia o en la de tantos otros niños, como los refugiados de Afganistán o Siria –representados en el Foro por algunos de sus maestros–, la docente insistió en que aun en el lugar más aislado, “mientras te lleguen libros, podés seguir progresando”. Durante una entrevista con Página/12, consideró que este premio “es un honor y una responsabilidad, igual que la de enseñar cada día”.
–¿Qué es lo que cree que se reconoció con el premio?
–La apuesta a la libertad. Yo comencé a enseñar con esa idea a los 22 años en un taller de lectura y escritura. Luego creé mi propia escuela, el Centro para la Enseñanza y el Aprendizaje, en Maine, donde seguí enseñando a niños de séptimo y octavo grado, algunos de ellos con problemas de aprendizaje o dislexia. La escuela compró los libros porque decidimos no tomarlos del programa curricular. Entonces, generamos un espacio placentero con almohadones en el piso y una biblioteca. Los alumnos allí escogen los libros que quieren, leen en voz alta, plantean las palabras que desconocen y aprenden a confeccionar sus listas con recomendaciones. Trabajan con distintos géneros. Esto fue controvertido en los años ’90 y sigue siéndolo porque la gente tiene miedo de darles a elegir a los niños.
–¿Cuál es el rol docente en ese modelo?
–Yo los oriento. Tengo una biblioteca bastante grande y pienso qué libro le puede gustar a cada uno de mis alumnos pero, además, durante todo el año ellos van consultando nuestro sitio web. Los niños leen en la escuela y se llevan libros a sus casas. Ayudan a planificar las lecturas y funcionan como escritores auténticos. El 97 por ciento de nuestros graduados se matriculan en la universidad. Y nosotros decidimos compartir la experiencia. En mi libro In The Middle (que vendió medio millón de ejemplares y va por su tercera edición) detallé procedimientos para inculcar la pasión por la lectura e hice otros libros para profesores. En la escuela, además, recibimos a 600 maestros de escuelas de todo el mundo que vinieron a observar nuestro método para que los chicos aprendan a leer. En Estados Unidos no se lee lo suficiente. El promedio general es de 6 u 8 libros por año. Mis estudiantes leen casi 40 libros en el mismo lapso.
–¿En qué cree que contribuye la lectura de una mayor cantidad de libros?
–Leer libros hace que tengan más compasión hacia el resto del mundo, mejor vocabulario y mejor y más información de lo que sucede globalmente. También que sean más justos, felices e inteligentes. Cuando empoderé a mis alumnos no sólo pensé en darles la posibilidad de elegir sino también de que formaran su espíritu crítico.
Valorar el rol docente
Los diez maestros que quedaron finalistas pertenecen a contextos tan distintos como Afganistán, Haití, India, Kenia, Camboya, Malasia, el Reino Unido o Estados Unidos. La elección de la maestra estadounidense de algún modo desalentó las expectativas de que el premio fuera entregado a alguno de los docentes que enfrentan la adversidad o cuentan con menos recursos.
En la ponderación del jurado, según los organizadores, fue determinante el plan adelantado por cada uno para invertir el dinero en caso de que ganara el millón de dólares. La maestra premiada había presentado un proyecto para ampliar su programa. Recibirá el dinero en 10 cuotas de 100 mil dólares por año, a lo largo de una década.
La distinción le llegó de manos de Bill Clinton y del vicepresidente de Emiratos Arabes Unidos, Sheikh Mohammed Bin Rashid Al Maktoum, y frente a más de mil representantes académicos, docentes, empresarios, políticos y periodistas. El ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich, y Enrique Palmeyro, referente del la red Schollas Ocurrentes, lanzada por el papa Francisco, fueron los oradores por la Argentina.
“Sigo aprendiendo cómo hacer que un colegio sea un lugar de felicidad y sabiduría, para mis alumnos, los maestros y para mí”, expresó Atwell tras recibir el galardón.
El festejo incluyó las felicitaciones de Hillary Clinton, Kevin Spacey y de Bill Gates, quien a través de un video destacó la importancia del premio “para mantener la innovación”.
Sunny Varkey, el ideólogo del premio que buscan transformar en un Nobel de la educación, explicó que la intención de su fundación es mejorar el respeto por la profesión y valorar “el importante rol que los maestros tienen en la sociedad”.
La idea es premiar a aquellos maestros que fueron más allá, para asegurarse de que los niños tuvieran educación, amplió Varkey. Algunos los buscaron golpeando puerta por puerta, como Phalla Neang, creadora de la primera escuela para ciegos y disminuidos visuales en Camboya. Phalla consiguió convencer a los padres de niños ciegos para que sus hijos asistieran a su escuela, ya que estaba extendida la creencia de que quienes nacían con ceguera habían hecho algo malo y educarlos no valía la pena.
Azizullah Royesh, el maestro nominado por Afganistán, es un referente que brega por una mejor sociedad a través de la educación. Creó una escuela en un campo de refugiados para afganos en Pakistán. Y ya en su país, apoyó protestas de jóvenes estudiantes contrarias a una ley que legaliza la violación marital. Lo amenazaron de muerte e intentaron incendiar su escuela en Afganistán, pero él la reabrió, sorprendido por el apoyo que le dio el 95 por ciento de sus alumnos y sus padres.
Otro aporte extraordinario fue expresado por Guy Etienne, el finalista de Haití. Para revertir los malos rendimientos de los alumnos secundarios, propuso enseñar ciencia a través de un programa de televisión que, en los lugares más aislados, se proyecta en las plazas. Etienne explica a los maestros cómo usar recursos disponibles en la naturaleza e impulsa a sus alumnos a comprometerse con su comunidad. Desde su intervención, los resultados educativos mejoraron en un 60 por ciento.
Entre los diez finalistas predominaron maestros de países de Oriente y de Estados Unidos.
–¿Por qué cree que entre los nominados no hubo representación de América latina? –le preguntó Página/12 a Vikas Pota, ceo de la Fundación Varkey.
–Nada pasa de un día para otro. Lanzamos el premio en 2014 y la difusión lleva su tiempo. Tenemos algunas limitaciones físicas por la distancia desde Dubai, pero queremos expandirnos a través de diversas organizaciones. Estamos pensando en viajar este año a la Argentina y a otros países de Latinoamérica porque nuestra intención es devolver el status de la profesión a través del mundo. El premio no es sólo acerca de la ayuda a través de dinero, también busca mostrar millones de historias de inspiración e iniciar conversaciones sobre el rol global de los maestros.
Esa es la filosofía del foro, alentada por el resultado de una encuesta que la Fundación Varkey hizo alrededor del mundo. Según el sondeo, los maestros ven que la sociedad no tiene una buena percepción de su labor. Los organizadores son terminantes al respecto: “No podemos pensar en desarrollar mejores sistemas educativos –coinciden– en tanto no mejoremos la situación de los maestros”.
Fuente: pagina12.com.ar