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¿ALZHEIMER O MECANISMO DE DEFENSA DEL ORGANISMO?

Me olvido las cosas en cualquier parte; me olvido de lo que ocurrió ayer, así sea capaz de recordar hechos sucedidos durante mi infancia. De ahí la pregunta del título. Porque el olvidarse las cosas en cualquier parte, tiene una sobrada cuota negativa, máxime cuando esas cosas se deban reponer, y de manera urgente, caso “mordillos”, “lentes bajo receta”, llaves de la puerta de calle pertenecientes a lugar donde uno vive, etc. Sin embargo, el olvidarse de una serie de cosas ocurridas “el día anterior”, o “días anteriores”, disminuye considerablemente el “stress” que provocan los actos de Gobierno, y todos aquellos otros actos o manifestaciones, que sin ser de Gobierno, cuentan con su consentimiento, así sean imposibles de digerir por un cerebro apenas normal, ¿me entiende?.

Mi médico que sugiere que no le dé pelota. Un mordillo, un par de lentes recetados, un juego de llaves, se pueden reponer de manera práctica y veloz, dice. Lo que resulta imposible de asimilar, en cambio, es la actitud y la aptitud de semejante caterva de legisladores, evidentemente comprometidos con La Señora, en el ideario del “pensamiento único”, o régimen tiránico. La otra caterva, tiene que ver con la cada día más cuantiosa, y populosa de las que se han dado en denominar “Organizaciones Sociales”, a las que cualquiera medio de transporte les deja bien, en tanto se trate de alterar el orden público, y convertir la vida del resto de los ciudadanos, en un verdadero “vía crucis”, incluida la quema de un enorme árbol de navidad erigido en la mismísima Plaza de Mayo, en vísperas de conmemorarse un nuevo año del nacimiento de Jesucristo, concluye diciéndome.

¿Qué consigue de ésta manera, quien se supone debe velar por mi buena salud?; simplemente recordarme todas aquellas cosas que había dejado en el olvido. Obviamente, y sin que ésta reacción tenga que ver con el Alzheimer, o los anticuerpos generados espontáneamente por mi organismo, terminé mandándole a la “putísima madre que lo parió”.

Esta visita “desgraciada”, la realicé hoy por la mañana. Una vez en casa, y utilizando el “duplicado de las llaves de la puerta de calle”, me tomé un Rivotril de 5 miligramos, y me tiré sobre la cama de dos plazas, adentrándome en un sueño profundo. Cuatro horas más tarde, desperté, y utilizando “los pieces”, a tientas pretendí calzarme las sandalias que había dejado al borde de la cama. Para mi sorpresa, no estaban en ese lugar, y la tenaz búsqueda que realizara a través de toda la superficie del dormitorio y placares, estimuló mi ya característica taquicardia. Corrí hacia la cocina para beber un poco de agua fresca. Cuando abrí la puerta de la heladera, advertí que mis sandalias estaban depositadas en el estante inferior de la misma. Evidentemente, en algún momento les había dejado allí, seguramente convencido que se tratada del acotado placar. Me las calcé, y un repentino escalofrío se apoderó de toda mi humanidad, con epicentro en “la planta de los pieces”. ¡No es para menos!, me dije, procurando rescatar “un cacho” de esa razonabilidad que se agota, lentamente pero sin solución de continuidad. Vanamente, procuré comunicarme con el Centro de Ayuda al Suicida; el constante “ocupado”, me proporcionó la tranquilidad de saber no era el único. A mi médico, le había mandado a la putísima madre que lo parió, siendo ésta, una señora a la que para colmo conozco, y nada evidencia que me permita hacer semejante “insinuación”. Lo llamo y me disculpo con él, pensé. Le aclaro por las dudas  que cuando  digo EL, me refiero exclusivamente a mi médico. Gracias. ¡Si, tiene razón; de haber llamado por teléfono a El, mi grado de enajenación aconsejaría una internación inmediata, así no queden plazas disponibles en los tantos frenopáticos de la Ciudad. De todos modos, no llamé a él, ni a El, optando por concentrarme en la lectura On line de algún diario, o en el informe producido por informadorpúblico.com que ya tenía “servido” en la bandeja de entrada de mi ajetreada notebook. Después de enterarme que Clarín y La Nación están a punto de pasar a mejor vida, leer el artículo de Majul, y repasar por sobre todo las cartas de lectores del informador, me abracé a mi perrita cocker, a la que cada día que pasa amo más, quien movía vertiginosamente su rabo. Lo que no le puedo asegurar, es si lo hacía como expresión de alegría, o intentaba decirme “NO…estás haciendo las cosas mal”, ¿ me sigue comprendiendo?.

Le pegué una mirada a la caja de Rivotril, y a todas las otras cajas que contienen medicación indicada para estados “depresivos”. ¡Me hago un soberbio coctel, y “chau pichu”!, pensé. Ocurre que como últimamente ando con demasiada “mala leche”, seguramente me agarren a tiempo, me hagan un lavaje de estómago, y zafe, debiéndome comer una cagadera por tres o cuatro días. Procuré entonces tranquilizarme, y tomé asiento sobre una de las sillas del living, la más vapuleada y usada. Parte de  ese grueso “resorte”  que “pujaba” incesantemente por ver la luz, finalmente saltó, clavándoseme en el mismísimo “culo”. El intenso dolor que de placentero no tiene “un jocara”, como afirman algunos Jueces de la Nación, me precipitó una corrida “cual cañita voladora a modo de buscapié”. Me llevé por delante, ese pequeño mueblecito sobre el que mi mujer había colocado un precioso jarroncito de la Dinastía Ming, que según ella, había comprado a modo de “inversión”. En este mismo momento, estoy procurando pegar con Poxi-Rand, los pedacitos desparramados en un radio no menor a los dos metros cuadrados. ¡Sí; dispongo de un living comedor amplio y confortable.

Le vuelvo a escribir en cualquier momento; ocurre que mis dedos “pegoteados”, están terminando de hacer “mierda”, lo que queda del teclado de mi “maquinita intra web”.

Ricardo Jorge Pareja

parejaricardo@hotmail.com

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