La dosis de Martín Kraut

Marcos (Carlos Portaluppi) es un enfermero cincuentón que trabaja desde hace años en el turno noche de una clínica. Su vida monótona y solitaria sufre un sobresalto con la llegada de un nuevo enfermero: Gabriel (Ignacio Rogers), un joven que, al igual que el protagonista, esconde perversos secretos. Es así como estos colegas comenzarán una suerte de relación enfermiza, tóxica, donde constantemente sus secretos amenazan con salir, de una vez por todas, a la luz. La tensión entre ellos se incrementa cuando en el hospital realizan una auditoría y dan con una alarmante cifra que muestra un aumento en la tasa de mortalidad del sector.

El debate por la eutanasia, la muerte digna, es algo que fue in crescendo en el último tiempo. Es una cuestión que tiene tantos adeptos como detractores. Martín Kraut pone esta discusión sobre la mesa. Si bien hay una mirada crítica sobre enfermeros que “juegan a ser Dios” (se juzga su accionar y las decisiones que toman), existe un planteo respecto a qué tan malos o equivocados realmente están, cuando, en algunas ocasiones, son los mismos pacientes quienes les piden que acaben con su sufrimiento.

Como thriller psicológico, La dosis nos mantiene, como espectadores, siempre atentos y alertas a todo lo que ocurre. La tirantez entre sus protagonistas es tan fuerte que es difícil despegar los ojos de la pantalla. Constantemente nos hace preguntarnos qué va a pasar a continuación. Se consigue crear un clima tan tenso que, por momentos, el debate principal (la eutanasia) queda en un plano completamente secundario.

Las actuaciones también son un punto para destacar. Tanto Carlos Portaluppi como Ignacio Rogers logran traspasar la pantalla. La evolución que tienen sus respectivos personajes a lo largo de la trama se ve reflejada en el trabajo actoral de cada uno de ellos. Basta con observarlos unos pocos segundos para comprender qué pasa por la cabeza de sus personajes.


























Puntuación: 3.5 de 5.

La dosis logra mantenernos atrapados como espectadores. El drama y la tensión constante hacen que sea difícil despegar los ojos de la pantalla. Además, plantea un debate interesante y muchas veces ignorado: la eutanasia.

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